lunes, 20 de julio de 2009

NUESTRO DIRECTOR DEL BLOG, JUNTO AL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DEL CAUCA, MG, DANILO REYNALDO VIVAS



LOS PROCERES EN EL BICENTENARIO INDEPENDENCIA DE COLOMBIA


BOLIVAR EN LA GRAN COLOMBIA.

Cuando Bolívar mencionaba a Colombia se refería a la Gran Colombia (original Colombia) ideada por el gran venezolano universal Francisco de Miranda, y materializada por El Libertador mismo cuando la fundó, constituida ésta por Venezuela, Ecuador y La Nueva Granada. Demás está decir que en lo absoluto se refería a la Colombia de hoy, cuyo cambio de nombre de Nueva Granada a Colombia fue protestado por los Congresos de Ecuador y Venezuela en su debida oportunidad porque lo consideraron un plagio.

Ficha bibliográfica
Titulo: Tomás Cipriano de Mosquera. Un tratado secreto y tres delitos administrativos menores
Edición original: 2005-05-19
Edición en la biblioteca virtual: 2005-05-19
Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República
Creador: GUTIÉRREZ CELY Eugenio


EDICIÓN 19 - JULIO 1991



TOMAS CIPRIANO DE MOSQUERA
Un tratado secreto y tres delitos
administrativos menores
Por: Eugenio Gutiérrez Cely Tomado de: Revista Credencial Historia.
(Bogotá - Colombia). Edición 19
Julio de 1991


Aunque liberales gólgotas y draconianos fueron enemigos en la guerra civil de 1854, pocos años después, sin que desaparecieran sus contradicciones políticas, las dos fracciones se coaligaron contra el gobierno conservador de Mariano Ospina Rodríguez en la guerra civil de 1860-61. La Constitución de 1863, que siguió a la victoria liberal, fue obra principalmente de los gólgotas, ahora llamados radicales, sector mayoritario en la Convención de Rionegro, que consignó en la nueva Carta principios que debilitaban el poder del Estado federal, en contra de los que propugnaba el draconianismo, ahora convertido en mosquerismo.


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El presidente derrocado Tomás Cipriano de Mosquera (1877-1878) juega ajedrez con su
asistente Francisco Montenegro en su prisión del Observatorio Astronómico.
Fotografía de José Gregorio Gutiérrez Ponce, 1867. Colección Raúl Jiménez Arango, Bogotá.
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Tales principios fueron implementados por el radicalismo para prevenir las tendencias cesaristas del general Tomás Cipriano de Mosquera, vencedor indiscutible de la guerra contra Ospina. El caudillo caucano y en general el viejo draconianismo liberal, defendieron sin éxito en Rionegro la necesidad de un Estado federal fuerte, que permitiera al liberalismo controlar tanto el orden público general como a la mayoría ultramontana del clero católico y del partido conservador.
Durante el período de gobierno para el que fue elegido el general Mosquera por la misma Convención (mayo de 1863 a marzo de 1864), triunfó una insurrección conservadora en Antioquia, que Mosquera no alcanzó a reprimir pues llegó el término de su mandato. El nuevo gobierno, presidido por el radical Murillo Toro (1864-66), reconoció al gobierno conservador de Antioquia, lo que significó que el conservatismo se convirtiera durante algún tiempo en aliado del radicalismo. Por estay por otras razones, como la derogación de la ley de tuición por parte del gobierno radical, aumentaron las fricciones entre el radicalismo y el mosquerismo, sector que acusó a Murillo Toro de tener preferencias en los remates de bienes desamortizados.


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José María Rojas Garrido, defensor de Mosquera ante el Senado. Museo Nacional, Bogotá.
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Pablo Arosemena, acusador de Mosquera ante el Senado. Fotografía de Duperly, Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá.
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Mosquera fue elegido presidente para el bienio 1866-68, en el que sería su cuarto y último mandato nacional. A poco de iniciar su gobierno, anunció que adelantaría una revisión de los remates de bienes desamortizados efectuados durante la administración anterior, y reinició su política anticlerical, sin ocultar que se proponía regir los destinos nacionales de acuerdo con su concepción intervencionista en lo político y en lo económico. No sorprende entonces que se desatara una feroz oposición contra su gobierno por parte del Congreso, de mayoría radical conservadora.
El pretexto utilizado para preparar un juicio político contra Mosquera y precipitar su destitución fue la compra secreta que su gobierno hizo del barco El Rayo con destino al Perú, país que se encontraba en guerra con España en momentos en que también México luchaba contra las tropas invasoras de Francia, y en que se hacía necesaria la unión de todos los americanos para derrotar los nuevos intentos colonialistas de las potencias europeas. Este juicio político se constituiría en un episodio más del viejo enfrentamiento entre radicalismo y draconianismo.
Mosquera se anticipó al juicio que se le anunciaba y clausuró el Congreso el 29 de abril de 1867, acción que permitió a sus opositores volver contra él a oficiales claves de la Guardia Nacional, que lo derrocaron el 23 de mayo siguiente.
La Cámara elaboró 28 cargos contra el mandatario, 23 de los cuales fueron aceptados por el Senado: incluía la orden de Mosquera de no recibir monedas de plata en las salinas nacionales, pasaban por el destierro que había ejecutado de algunos sacerdotes y llegaban hasta su convenio con el Perú. La base de la causa política que se le siguió no fue la disolución del Congreso, pues la Corte declaró que éste era un delito común que competía a ella juzgar.

El juicio ante el Senado

El 2 de octubre de 1867 se inició el proceso de Mosquera ante el Senado. Luego de la intervención inicial del fiscal, el panameño Pablo Arosemena, quien solicitó olvidar las glorias del caudillo y tener en cuenta que el fallo ejercería una gran influencia sobre el porvenir de la República, se dio la palabra el 8 de octubre al general Mosquera: "La mayoría del Senado -dijo entonces- que la deliberación de la fuerza pública es legítima... Este es señores, el origen ilegal de este juicio... , vosotros Senadores y los Representantes, ocurristeis al Despacho del Interior y Relaciones Exteriores por las órdenes de pago de vuestras dietas y viáticos, reconociendo mi autoridad constitucional para girar sobre el Tesoro Público y no lo habríais hecho si esos primeros días de mayo me hubierais considerado dictador. No tenéis, señores, más poder que el de las bayonetas que el 23 de mayo usurparon al pueblo su soberanía".

Respecto a la acusación de que había sido autor de una circular a los presidentes de los Estados en que les recomendaba no permitir que se cobraran coactivamente al pueblo los diezmos y primicias por parte del clero, Mosquera enrostró a sus acusadores liberal-radicales que con ese cargo lo único que buscaban era captarse la voluntad del clero. "Esas armas, señores, para los partidos políticos están enmohecidas". Sostuvo que las sanciones decretadas por su gobierno contra miembros del clero se habían tomado para evitar el cobro de los diezmos a campesinos, con la amenaza de castigos espirituales, pues eran ellos los únicos a los que los sacerdotes pretendían obligar a sostener a la Iglesia.
Refiriéndose al convenio con el Perú, la acusación más grave, Mosquera negó que con este convenio hubiera colocado al país en grave riesgo de entrar en guerra con España, agresora del Perú. "Señores -dijo- el mundo de Colón se admirará al contemplar que el odio, la envidia, la ignorancia han podido hacer olvidar los intereses nacionales y nuestras cordiales relaciones con los pueblos hermanos. Hoy, la Cámara que acusa y el Senado que pretende condenarme, aparecen unidos al enemigo común de la repúblicas americanas".

Mosquera concluyó su defensa afirmando que la banda presidencial que por cuatro veces había ceñido su pecho, "y de la que hoy, con el corazón ulcerado por la ingratitud, pisoteado por la injusticia y escarnecido por la iniquidad de este proceso, me desprendo sin dolor arrojándola a vuestros pies en señal de protesta contra el fallo que vais a proferir; fallo que proferirán mis enemigos y no jueces justos y fallo que no será, estad seguros de ello, confirmado, ni por los contemporáneos, ni por la historia".


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Tomás Cipriano de Mosquera, óleo de Hollingdate, 1868. Academia Colombiana de Historia.
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En las siguientes sesiones del juicio hizo uso de la palabra en defensa de Mosquera el gran orador draconiano José María Rojas Garrido, quien centró su intervención en contra de la fracción radical del partido liberal, principal acusadora del general Mosquera: "Este círculo cuyo personal ha variado más o menos, pero que en su esencia es el mismo de las funestas pretensiones de otra época, precipitó al general José María Melo el 17 de abril de 1854; persiguió al general Obando, lo juzgó y lo destituyó de la Presidencia de la República; mandó a los artesanos de Bogotá a morir a las playas del Atlántico, y fue el que entregó el país entonces al partido conservador. Ese círculo, que a veces se titula Gólgota y otras radical, cree que es el depositario de la doctrina, y ha pretendido dirigir los destinos de la nación descartando al partido liberal por draconiano".

La sentencia del Senado, dictada el 1 de noviembre de 1867, después de descartar 17 de las 23 acusaciones, declaró a Mosquera culpable de tres cargos menores y por el tratado secreto celebrado con el Perú. Sin embargo, ante la solicitud del indulto bajo amenaza de renuncia que presentó el primer designado, encargado del poder ejecutivo, Santos Acosta, solicitud en la que estaba implícita la amenaza de retiro del apoyo al Congreso por parte de las fuerzas militares que se alzaron contra Mosquera, decidió el Senado indultar al acusado, con la condición de que saliera del territorio de la República por tres años, condición que el ex mandatario aceptó ante la alternativa de tener que permanecer en prisión y ser juzgado por la Corte Suprema, con consecuencias impredecibles para su vida.

Por Panamá. Mosquera se embarcó rumbo al Perú, de donde regresaría al cabo de los tres años de destierro para ocupar la primera magistratura de su Estado natal, el Cauca, y, pocos años después, en 1876, ocupar una curul en el Senado, desde donde colaboraría con los radicales en la guerra de 1876-77 contra los conservadores. Al año siguiente, 1878. Mosquera moría en su Cauca natal, a los 80 años de edad.
En el juicio político de 1867 contra Mosquera el liberalismo draconiano quedó derrotado de nuevo por una coalición del radicalismo y el conservatismo, coalición que no duró mucho, pues el año siguiente los radicales derrocaron al gobierno conservador de Cundinamarca, presidido por Ignacio Gutiérrez Vergara, legítimamente elegido pocos meses atrás en una de las pocas elecciones realmente limpias que se realizaron durante la vigencia de la Constitución de Rionegro. En 1869, un gran sector del conservatismo sellaría a su turno una alianza electoral con el draconianismo, al apoyar la candidatura del propio general Mosquera, desterrado aún en el Perú, para las presidenciales de ese año. La "Liga”, como se conoció a la alianza electoral conservatismo-mosquerismo, no obtuvo el triunfo en ese año, ni en los siguientes de 1871 y 1873, cuando con la candidatura del mosquerista caucano Julián Trujillo se reeditó la alianza del draconianismo con una parte del conservatismo. Sin embargo, a la vuelta de pocos años, un gran sector del viejo mosquerismo, que entonces tomaría el nombre de liberalismo independiente, bajo la dirección de Rafael Núñez, sellaría una alianza mucho más sólida con el conservatismo en contra del radicalismo, que la historia habría de conocer con el nombre de Regeneración. Aunque Mosquera personalmente hubiera estado muy lejos de apoyar el programa de esta alianza, en cierto sentido, ella fue la continuación de su viejo enfrentamiento con los radicales.





EDICION 220
ABRIL DE 2008

ENSALADILLA DE ANÉCDOTAS COLOMBIANAS.
Por Vicente Pérez Silva Tomado de:
Revista Credencial Historia.
(Bogotá - Colombia).
Edición 220
Abril de 2008
ORIGEN Y SENTIDO DE LA ANÉCDOTA.

Anécdota viene de la palabra griega anékdota, que quiere decir “inéditas”, haciendo referencia a un libro del historiador Procopio, “el más grande de Bizancio”, que quedó inédito durante su vida y el cual contiene la “historia secreta” de la reina Teodora; aquella mujer que, al decir de Will Durant, “no empezó completamente como una dama, pero terminó como una reina de cuerpo entero”.
No obstante este antecedente histórico y su primitiva significación, el actual Diccionario de la Real Academia de la Lengua la define de este modo: “Anécdota, una relación, ordinariamente breve, de algún rasgo o suceso particular más o menos notable”.
Nuestro repertorio histórico, literario y humorístico es sumamente múltiple, rico y variado. Desde remotos tiempos se nos ha transmitido, en forma oral o escrita, infinidad de anécdotas en las que podemos valorar el carácter, la agudeza, el gracejo o el donaire de sus protagonistas; ellas han surgido en el acontecer de sucesos de trascendencia e importancia o han brotado al calor de diálogos fugaces. Sus matices pueden ser tantos cuantas sean las circunstancias en que tienen ocurrencia. Las encontramos con rasgos que encarnan sublimidad de ánimo o también se nos presentan con expresiones de simple pasatiempo o frivolidad. Contamos, pues, con anécdotas que van desde aquellas que revisten verdaderos coloridos de nobleza, de coraje, de talento o de ingenio, hasta aquellas que pudiéramos llamar de carácter vulgar o escatológico. En fin, como alguien lo anotara, existen anécdotas que pueden ser verdades y verdades que pueden ser anécdotas.
Aún más. Mediante el relato del episodio anecdótico nos es dado estimar la personalidad de un hombre determinado, la idiosincrasia de un pueblo, el alma de una región y las costumbres de una comunidad. Como que la anécdota es una especie de radiografía que nos da a conocer el gracejo de ciertas ocurrencias que afloran en determinados momentos históricos, políticos y geográficos, o en el cotidiano discurrir de la sociedad.

Se ha dicho, de igual modo, que “el pueblo conoce más a los personajes por sus anécdotas que por el estudio consciente de sus obras”. Igualmente, creemos que para gozar y recrearse con el ayer lejano o con la época que uno vive, nada mejor que hacerlo al calor y al sabor picante de las manifestaciones festivas. La anécdota, sin la menor duda, es la manifestación por excelencia del ingenio, que perdura a lo largo de todos los tiempos.
Así lo demostramos plenamente con la publicación de nuestro libro Anécdotas de la Historia Colombiana (Bogotá, 2000); todo un acopio en su diversidad de matices o manifestaciones: históricas, académicas, literarias, humorísticas, políticas, parlamentarias, forenses, castrenses y de la clerecía.
Y así lo reafirmamos, una vez más, con las anécdotas que aquí se refieren y transcriben, con la advertencia de que con excepción de la relacionada con los últimos momentos del Libertador, y una relacionada con el vicepresidente Marroquín, las restantes no fueron recogidas en el libro ya mencionado.

Antes de iniciar este recorrido, conviene traer a la memoria una curiosidad bibliográfica del siglo XIX y de la cual nos da cuenta el acucioso bibliófilo Raúl Jiménez Arango, en uno de los comentarios o reseñas que, con el titulo Escaparate del Bibliófilo, aparecieron en Lecturas Dominicales de El Tiempo , de Bogotá, durante el espacio comprendido entre el 8 de marzo de 1964 y el 30 de marzo de 1969. De verdad, un escaparate repleto de libros raros y curiosos, y no pocos tesoros bibliográficos desconocidos u olvidados, que nos deparan sorpresas realmente indescriptibles.
La anunciada curiosidad bibliográfica corresponde al libro que lleva por título Mil anécdotas, publicado en la imprenta de “ La Luz ” de Bogotá, en 1883, de autor anónimo; y de cuyo contenido nos da cuenta la reseña de Jiménez Arango que aparece en estas páginas.
En este punto, es preciso manifestar que muchas de las publicaciones periódicas, tanto del siglo XIX como del siglo XX, dedicaron suficientes espacios a la divulgación de una serie de anécdotas de diferente índole; en particular, los periódicos y revistas de humor: Fantoches, Sal Y Pimienta, La Semana Cómica y El Cachaco , para no mencionar sino unos contados títulos. Julio Vives Guerra, seudónimo de José Velásquez Ortiz, y Fray Lejón, seudónimo de Federico Rivas Aldana, entre otros, dedicaron columnas especiales a este menester, en El Tiempo de Bogotá.
Y si de libros se trata, su número es considerable. Algunos lo hacen de manera exclusiva, como lo apreciamos en la reproducción facsímil de las portadas que aquí aparecen; y otros, que esconden verdaderos emporios anecdóticos. En las biografías, memorias y crónicas, no escapan, desde luego, las huellas de esta expresión del ingenio. A este respecto, nos limitamos a citar unas contadas obras: Croniquillas de mi ciudad de Luis María Mora; La risa en Bogotá de José Vicente Castillo; La Gruta Simbólica de José Vicente Ortega Ricaurte y Jetón Ferro; Sombras chinescas y Ají Pique: Epístolas y estampas del Ingenioso Hidalgo don Antonio José Restrepo; Figuras políticas de Colombia de Klim (Lucas Caballero Calderón) y Valencia (Biografía) de Manuel Serrano Blanco.

LOS TRES GRANDÍSIMOS MAJADEROS DE LA HUMANIDAD.

De tantas y tantas anécdotas originadas en el atractivo y atrayente telar de la vida del Libertador Simón Bolívar, nada mejor ni más oportuno que recordar aquella que vierten sus labios moribundos y que nos conmueve el alma. El célebre cronista don Ricardo Palma, en sus famosas Tradiciones Peruanas la refiere de este modo:
En el espacioso corredor de la casa, y sentado en un sillón de vaqueta, veíase a un hombre demacrado, a quien una tos cavernosa y tenaz convulsionaba de hora en hora. El médico, un sabio europeo, le propinaba una poción calmante, y dos viejos militares, que silenciosos y tristes paseaban en el salón, acudían solícitos al corredor.
Más que de un enfermo se trataba ya de un moribundo; pero de un moribundo de inmortal renombre.
Pasado un fuerte acceso, el enfermo se sumergió en profunda meditación, y al cabo de algunos minutos dijo con voz muy débil:
-¿Sabe usted, doctor, lo que me atormenta al sentirme ya próximo a la tumba?
- No, mi general.
- La idea de que tal vez he edificado sobre arena movediza y arado en el mar.
Y un suspiro brotó de lo más íntimo de su alma y volvió a hundirse en su meditación.
Transcurrido gran rato, una sonrisa tristísima se dibujó en su rostro y dijo pausadamente.
- ¿No sospecha usted, doctor, quiénes han sido los tres más insignes majaderos del mundo?
- Ciertamente que no, mi general.
- Acérquese usted, doctor..., se lo diré al oído... Los tres grandísimos majaderos hemos sido Jesucristo, don Quijote y... yo.

EL ESCONDITE DE SANTANDER.

El escritor Luis Eduardo Nieto Caballero –Lenc- se caracterizó por su prolífica labor periodística. De sus interesantes comentarios bibliográficos contamos con tres volúmenes titulados Libros Colombianos. En el primero de éstos, cuando se detiene en el tomo XVIII del Archivo Santander , nos sorprende con dos anécdotas que califica de encantadoras; y son del siguiente tenor:
Nos refería don Alfredo Ramos Urdaneta, que es tradición desgraciadamente verbal, en su familia, que antes de ser llevado a prisión de la Biblioteca, el general Santander estuvo escondido en casa de su juzgador, o sea del propio general Rafael Urdaneta. Un reputado médico –posiblemente el doctor José Félix Merizalde- que había ido a visitar al último alcanzó a ver por debajo de una cortina las botas altas de un sujeto que se paseaba en la pieza contigua. Al quedarse observando, dejó notar en los ojos el asombro, como si lo reconociera, y entonces el futuro dictador, adivinando la causa, en voz baja le dijo: “Con usted no debe haber secretos”. Y descorrió la cortina: era, en efecto, el general Santander, quien rindiendo un homenaje que lo honra extraordinariamente a la hidalguía del amigo transformado en juzgador, había solicitado asilo de ese gran caballero que fue en lo íntimo el general Urdaneta.

Y nos refería el doctor Laureano García Ortiz, quien tiene una serie de apuntamientos interesantísimos acerca de José Delfín Caballero, criado que fue del general Santander, y a quien aquél conoció nonagenario, una anécdota preciosa que así reconstruimos:
“La noche en que se celebraba un baile de máscaras en el Coliseo, el general Santander, quien hacía días guardaba cama por causa de un resfriado, resolvió levantarse. Yo le llamé la atención hacia el peligro que corría, pero no me hizo caso. Envuelto en su capa y embozado se fue al lugar de la fiesta. Yo lo acompañaba. En la puerta le preguntó don Ventura Ahumada quién era él. El general se bajó el embozo y penetró en seguida, porque don Ventura, al reconocerlo, le dijo: “Siga, su excelencia”. Un rato después se oyó un bochinche, y a poco salió el general con un compañero que traía escondido debajo de la capa. Era el Libertador. En esos días el Libertador y el general Santander no se trataban, por los cuentos que le habían llevado al primero contra el último. Pero, según supe después, había corrido el rumor de que se pensaba asesinar al general Bolívar en la fiesta del Coliseo, y por eso me expliqué la determinación del general Santander de concurrir a ella, a pesar de hallarse enfermo. Fue a salvarle la vida”. Entre otros mil detalles primorosos, el anciano Caballero, cuyos ojos pequeños tenían una vivacidad sorprendente le decía al doctor García Ortiz que el general Santander era de gran estatura. “En cualquier corrillo que estuviera sobresalía su cabeza. De su altura no recuerdo sino al doctor José Manuel Restrepo, pero éste era seco, sumamente flaco, y el general Santander era robusto. El Libertador le daba apenas un poco abajo del hombro. Por eso en la ocasión a que me he referido pudo salir escondido debajo de su capa”.

TENTATIVA DE ASESINATO AL PRECURSOR DON ANTONIO NARIÑO.

Don José María Vergara y Vergara, en su famosa obra Historia de la literatura en Nueva Granada desde la Conquista hasta la Independencia , nos refiere esta anécdota que tuvo lugar a raíz de la derrota de las tropas federales acaudilladas por Antonio Baraya, en el combate del 9 de enero de 1813, y la cual nos permite admirar y valorar la recia personalidad del precursor don Antonio Nariño y la magnanimidad de su carácter:

Un enemigo suyo, el señor Niño, gobernador de Tunja, publicó un panfleto atroz contra Nariño: éste lo reimprimió en la Gaceta de Cundinamarca, sin explicación ninguna, dejando al cuidado de los lectores, que aceptaran o no los violentos cargos que le hacía el escritor. Organizó sé una conspiración para matarlo: uno de los conspirados, caballero de nacimiento, debía pedirle una audiencia a solas, y en ella darle muerte. Lo supo Nariño, con todos sus pormenores y guardó absoluto secreto a todos sus parciales. Llegó la hora: presentó sé el conspirador y pidió una audiencia secreta al presidente. Concediósela al punto éste, y pasaron al salón los dos solos. Apenas estuvieron en él, Nariño, impasible y lleno de amabilidad, púsose a cerrar por dentro todas las puertas y a entregarle las llaves a su pérfido acompañante.
- ¿Qué hace su excelencia? díjole éste asombrado.

- Favorecer la fuga del que me va a matar, contestó el presidente: no quiero que usted vaya a sufrir por mi causa. Y dicho esto, se sentó tranquilamente. El asesino puso en sus manos las llaves y el puñal que llevaba oculto, y le dijo inclinándose: creía que venía a matar a un tirano; pero nunca ofenderé a un ángel que lo penetra todo y lo perdona todo.
- Siéntese usted a mi lado y hablaremos sobre estas cosas de la patria, replicó Nariño.
Qué altivez y qué grandeza las de este creador de nuestra nacionalidad, institucionalidad y traductor de los Derechos del hombre y del Ciudadano.

EL PUÑAL QUE NO UTILIZÓ UN CONSPIRADOR.

A propósito de la conspiración septembrina, venga esta anécdota que nos refiere el doctor Eduardo Rodríguez Piñeres, jurisconsulto e historiador de grandes virtudes, en su obra Hechos y comentarios Nova et Vetera (Bogotá, 1656).
Cuenta dicho historiador que, en cierta ocasión, cuando departía en la esquina del Palacio de San Carlos con unos compañeros que estudiaban en el Colegio de San Bartolomé, se les acercó “un viejecito regordete y rubicundo” don Juan Miguel Acevedo, hijo del tribuno del pueblo, quien mostrándoles con el índice de la mano derecha el balcón por el cual se escapó el Libertador, “en actitud iracunda, como si el hecho se hubiera realizado la víspera”, les dijo: “por allí se nos escapo”.
Preguntado Acevedo por uno de nosotros cómo habían sucedido los hechos, nos los refirió con calor, y nos dijo que los conspiradores habían salido de la casa de Vargas Tejada, sita en la esquina que hoy forman la carrera 7a y la calle 4a, al Sur de Santa Bárbara; que don Mariano (Ospina Rodríguez) había llegado cuando ya bajaban los otros la escalera, y que, con candor de adolescente, sacando un cuchillo de tamaño que nos indicó Acevedo poniendo su mano izquierda sobre la coyuntura del antebrazo derecho, preguntó a los que bajaban: ¿cómo se mete esto, de abajo para arriba o de arriba para abajo?

Cierto o no esto, allá Acevedo. Pero que lo dijo, lo dijo.
Conviene anotar que, en la fecha de tan infausto acontecimiento, Ospina Rodríguez todavía no había llegado a los 23 de su edad.
Y del referido conspirador, hemos leído que, el doctor Rodríguez Piñeres, en una de las sesiones de la Academia Colombiana de Historia, refirió a sus colegas que en tiempos del presidente Ospina Rodríguez “había un famoso general de nombre Heliodoro Ruiz, más ágil en la pluma que en la espada. Lo que podría llamarse un general de administración, y que eran tantos los documentos que firmaba que no les ponía sino las iníciales: HR. Y que cuando las veía el presidente decía: todo esto ya es haches y erres”.
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ROJAS GARRIDO PONE LOS PIES EN POLVOROSA.

Otra anécdota no menos curiosa y de singular colorido que también tiene que ver con Mosquera y don Julio Arboleda, es la que entrelaza a un distinguido exponente del Olimpo Radical, el doctor José María Rojas Garrido, quien además de un versado jurisconsulto y extraordinario orador, fue un fervoroso cultivador de las bellas letras.
La rememorada anécdota, brota de la pluma del historiador Gustavo Arboleda en las páginas de su obra Evocaciones de antaño – Mis memorias (Cali, 1926); que hoy constituye una verdadera rareza y curiosidad bibliográfica. En una palabra, todo un acopio de viejas anécdotas lugareñas, que nos deparan gratos momentos de esparcimiento:
Cuando llegó el ejército de Mosquera a Popayán, en agosto del 62, en combinación con el del general Santos Gutiérrez, que salió por el Quindío, el supremo director de la guerra hizo que a título de comparto las familias conservadoras alojasen en sus casas a los principales jefes del ejército y a los miembros del gobierno que lo acompañaban. A uno de los secretarios o ministros, el doctor José María Rojas Garrido, le tocó en suerte la casa de doña Matilde Pombo.

Es de advertir que en una pequeña imprenta que Mosquera había sacado de Bogotá y que llevaba con el ejército, se publicaba un boletín denominado El Centinela en campaña. Allí aparecían artículos en prosa y en verso del doctor Rojas Garrido. En uno de los primeros números salieron unos versos violentos contra Arboleda, que empezaban así:
Naciste, Julio, en medio de las fieras y una serpiente te silbó en la cuna; de arrullo maternal canción ninguna escuchaste en tu infancia al dormitar. Esa fue tu niñez, entre los bosques extraño a todo sentimiento bueno, de tus venas la sangre es el veneno que la víbora vil te inoculó.
El doctor Rojas ignoraba con quién tendría que habérselas. Se presentó en la mansión que se le había señalado, fue amablemente acogido por la servidumbre y se le dijo que en breve iría la señora de la casa a darle la bienvenida y a ponerse a sus órdenes. Cuando el recién llegado estaba ya en facha admisible, se presentó doña Matilde, haciendo por sí misma la presentación: “Yo soy Matilde Pombo, la madre de Julio Arboleda, a quien usted conoce.....” Las últimas palabras no tuvieron auditorio, porque el doctor Rojas, corrido y avergonzado, puso pies en polvorosa con toda la rapidez que le permitieron las piernas, y fue a buscar alojamiento en cualquier sitio, antes que soportar la presencia de la dama a quien, sin conocer, y llevado sólo de los odios de la lucha armada, había herido en lo más hondo...

CURIOSO CONFLICTO ENTRE MASONES.

A las numerosas y variopintas anécdotas referidas en torno a general Tomás Cipriano de Mosquera, conviene agregar la que nos cuenta el erudito historiador Eduardo Lemaitre en las páginas de su obra Historias detrás de la historia de Colombia Tomo I (Bogotá, 1994). Anécdota que surge entre el presidente del estado de Bolívar y Gran Comendador del Supremo Consejo Neogranadino, el general Juan José Nieto, quien dominaba todo el territorio de la Costa Atlántica , y el nombrado y renombrado Gran General Tomas Cipriano de Mosquera. Es de este tinte y sabor:
Los dos caudillos, el caucano y el costeño, se odiaban, en el fondo, cordialmente; y aquella unión era, como ahora se dice, puramente coyuntural. De modo que ya durante el mismo desarrollo de la guerra recomenzaron las divergencias entre ambos. Mosquera, claro está, llevaba las de ganar en las disputas que surgieron; pero, en cambio, Nieto lo tenía bajo su mando en el campo de la masonería, que había sido el alma de la triunfante revolución, y esto desazonaba y era insufrible para el soberbio payanés. ¿Qué hacer?
Entonces fue cuando, para soltarse del cabezal con que Nieto lo tenía agarrado, se le ocurrió fundar un “Nuevo Oriente”; y, en 1862, hallándose en Ambalema, creó por su cuenta una nueva orden masónica, llamada “Orden Redentora y Gloriosa de Colombia”, que tendría, entre otras, autoridad para otorgar el grado 33 a los “Varones Eminentes Apóstoles de Colombia”. El grado 21 a los “Sabios Amigos de la República” y, finalmente, el grado 34 que estaba reservado para los “Acrisolados Amigos de Colombia”. Y de una vez se lo fue otorgando a sí mismo.
Como es natural, este cisma conmovió las columnas del masónico templo, y puso en guardia al Soberano Gran Comendador de Cartagena, Juan José Nieto, quien no sólo protestó en seguida por la gravedad de aquel movimiento separatista, que pretendía otorgar un grado superior al grado 33, símbolo de la edad de Cristo, sino que prohibió que ningún otro hermano ingresara al herético Oriente, y rechazó con indignación el grado 34 de Mosquera, hábilmente, se hizo conocedor.
Este conflicto entre hermanos masones, que por aquellos tiempos fue la comidilla del día, despertó ecos que aún resuenan en nuestro tiempo, y no concluyó sino con la caída de Mosquera en 1867.

LA MUERTE PREMONITORIA DE ARBOLEDA.

Aunque hay anécdotas que con el transcurso del tiempo padecen modificaciones, alteraciones o deformaciones; así mismo, existen autores que, al referir o recordar una anécdota, si bien mantienen su sentido de fondo, cambian las modalidades del relato; las circunstancias de los hechos o los nombres de las personas que han intervenido. Unas se describen de manera sintética y otras en forma detallada. Tal ocurre con la anécdota premonitoria de la muerte de don Julio Arboleda, llamado el poeta-soldado, asesinado en la montaña de Berruecos, cerca al lugar donde cayó el Mariscal Sucre.
De esta manera, difiere la referida por don Miguel Antonio Caro de la siguiente que incluye el historiador Gustavo Otero Muñoz, en las páginas del tomo II de su obra Semblanzas Colombianas (Bogotá, 1938), a saber:
Cuenta don Venancio Ortiz que tres años antes de la muerte de Arboleda, estando reunidos varios amigos en el alojamiento del señor doctor Bartolomé Calvo, hablaron de la manera cómo cada uno ambicionaba morir. Escipión García Herreros, joven de alma ardiente y de corazón valeroso, ansiaba extinguirse en un combate, y no se imaginaba que una fiebre lo sumiría muy pronto en el sepulcro. Manuel Pombo, siempre cristiano y dulce de carácter, dijo con su habitual gracia: “yo quiero morir a la española antigua: en mi cama, con el fraile a la cabecera y el Cristo ante los ojos”; y otro, joven también todavía, de mirada de águila, de vasto ingenio, escritor ameno, castizo y elegante, orador sublime, poeta como el Tasso y guerrero como Turena, manifestó que para él no había una muerte más bella que la del Gran Mariscal Antonio José de Sucre. “Morir así, dijo, sacrificado por la patria, en medio de la torrentosa montaña de Berruecos, es bello. El eco de los tiros que privaron a Sucre de la vida salvó las copas de los gigantescos árboles y fue a difundirse por el mundo. El héroe fue elevado a la categoría de mártir.


UNA PROTESTA DE MUJERES ANTE CÉSAR CONTO.

De singular ocurrencia es la anécdota que tiene que ver con un clérigo de apellido Bisot, quien fue apresado por el desempeño de actuaciones de carácter político, movido por dirigentes afiliados al partido conservador, cuando a la sazón, don César Conto ejercía la presidencia del Estado Soberano del Cauca, en Popayán. Con algunas variantes, esta anécdota la han referido Juan de Dios Uribe, más conocido con el remoquete de el Indio Uribe ; Eduardo Rodríguez Piñeres, y Gustavo Arboleda.
A este último corresponde la que a continuación se transcribe:

Circuló entre los liberales la especie de que el bello sexo, sin distingos sociales, pero de filiación conservadora, naturalmente, acudiría a exigir al presidente la libertad del señor Bisot. Hasta se aseguró que entre las manifestantes irían sujetos especialmente enviados para asesinar a Conto, aprovechándose del tumulto.
Muchos copartidarios exigieron al jefe del Estado que pusiera guardias en su casa; él se opuso y hasta pidió que lo dejaran solo. Trabajó empeñosamente en los asuntos oficiales hasta las tres. Un amigo que llegó a las cuatro lo encontró estudiando griego. “Siéntate y espérame mientras termino esta traducción”, le dijo. A los pocos instantes se oyó un vago ruido, que fue aumentando y pudieron escucharse llantos, gritos y protestas. Era el mitin de las damas que iban a implorar por el presbítero apresado. las manifestaciones ocuparon toda la casa y penetraron hasta la habitación donde estudiaba el presidente. El, sin perder su sangre fría, se colocó sobre la mesa en que trabajaba y con gran calma gritó: “Señoras, que la más vieja y la más fea de esta reunión me explique lo que quieren”. El silencio fue completo. Repitió la petición, política o impolítica, según se la mire. Hubo el frufru de faldas: las peticionarias abandonaban el despacho de don César.
Conto, con aire sonriente, se dirigió a su amigo: “Esta clase de proyectiles, expresó, no la resisten las mujeres”.
En cuanto al padre Bisot, fue confinado al Valle del Cauca.

MARROQUÍN: INGENIOSO, BURLADOR Y ESCÉPTICO.
Otro exponente de nuestra historia de quien se han tejido algunas anécdotas no exentas de una recargada dosis de causticidad, es don José Manuel Marroquín, un hidalgo bogotano, de trato ingenioso, de finas maneras y escritor costumbrista, que llegó al poder en su ancianidad y en momentos cruciales en la vida de nuestro país: la separación de Panamá. Nada menos.
A propósito, Raúl Jiménez Arango, en una de sus famosas y ya mencionadas reseñas en el Escaparate del Bibliófilo , nos cuenta que “un día solicitaron a don Miguel Antonio Caro su opinión sobre la obra El Moro de Marroquín, a lo cual contestó con su proverbial ironía: Tratándose de la historia de un caballo, Marroquín hace muy bien en hablar en primera persona”.
Y agrega el comentarista que el personaje del cuento no se quedaba atrás en materia de cinismo; y que, tan pronto como supo que Caro y sus secuaces le habían endilgado gran responsabilidad por la separación de Panamá, contestó: “¿de qué se quejan? Cuando asumí la presidencia me entregaron un país; ahora yo les devuelvo dos”.
Aquí, de sobra oportuno, para repetir: si no es cierta, está bien inventada.
Cabe recordar que, además de la obra antes nombrada, Marroquín es el autor, entre otras, de Bals Gil , Entre primos y Estudios sobre la historia romana. Fue muy célebre su poesía festiva La Perrilla , que alcanzó gran difusión y cuyos ladridos, según se dijo, “llegaban hasta España”.
A un crítico mordaz, se cuenta que le respondió con esta fulminante cuartilla.
De escribir sale escribano, escribiente y escritor. ¿Dime tú, de dónde sales miserable escribidor?
Como quien dice, para dejar al criticastro tendido en el campo.
Sin embargo, las anécdotas más urticantes y que más comidillas causaron, fueron las referidas por Laureano Gómez, en las páginas biográficas del general Pedro Nel Ospina. Años más tarde de esta publicación la pluma de Jaime de Narváez, en su escrito Historia de una anécdota, hizo un ponderado recuento con el fin de aclarar y verificar el origen y la verdadera realidad de los episodio anecdóticos de marras. Al igual que la verificación de las diversas versiones dadas por cuantos se ocuparon del tema y entraron “en el campo movedizo de la fantasía, que pretende desfigurar a su acomodo, a impulso de la pasión o del sectarismo”.
En gracia de brevedad, una de las anécdotas narradas por Laureano Gómez, que tuvo lugar a raíz del insuceso de Panamá, describe la visita, ya caída la tarde, de Pedro Nel Ospina al Palacio de San Carlos. Y cuando el presidente Marroquín se percató de que alguien se acercaba, salió a su encuentro, con el libro que estaba leyendo, y al reconocerlo exclamó:
- “Oh, Pedro Nel, no hay mal que por bien no venga, se nos ha separado Panamá, pero tengo el gusto de volverlo a ver en esta casa”.
Y agrega el narrador:
“El general Ospina sintió curiosidad de saber qué libro embargaba la atención del Presidente de Colombia en aquella hora de angustia mortal. Se fijó en el rotulo del lomo. Era una novela de Bourget”.

VOTACIÓN POR LA EXISTENCIA DE LA DIVINIDAD.
El celebre escritor y gran humanista Luis María Mora, en su amena obra, Croniquillas de mi ciudad (Bogotá, 1936) nos refiere una graciosa anécdota que nos remonta a la época de los duros enfrentamientos ideológicos que ocurrían entre los catedráticos y estudiantes del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, institución en donde se impartía la doctrina tomista, y el Colegio de San Bartolomé, en donde se inculcaban las enseñanzas de Bentham y Tracy. Deleitémonos con tamaño episodio:
Todo era bella novedad para los alumnos católicos y ridículo espectáculo para lo que no lo eran. La clase de religión era objeto de las más irreverentes burlas. Dictábase en la capilla del Colegio. Un día asistían los internos y al otro los externos. Muchos estudiantes ni siquiera compraron el texto, un bello libro del Obispo Juan Buenaventura Ortiz. La cátedra sólo servía para provocar la ironía y la risa de muchísimos muchachos, imbuídos en el festivo filosofismo, heredado de los tiempos anteriores, en los cuales este dístico era casi un postulado de psicología:
El cerebro secreta el pensamiento como la caña miel.
- ¿Es cierto, le dije una vez a don Clímaco Calderón, que San Bartolomé era en su tiempo una fábrica de ateos? ¿Usted sí cree en Dios?

- ¡Cómo (me contestó con profunda admiración), si a mí se me debe la existencia de Dios! Y viendo mi estupenda sorpresa, continuó: en la Sociedad de los Adelfos , fundada en San Bartolomé por aquel entonces, sometimos una vez a votación la existencia de la Divinidad. Ya la votación iba empatada, cuando mi voto aseguró la existencia del Ser Supremo.
El examen de la clase de religión se convirtió, no en una tragedia, sino en un graciosísimo sainete. El consejo de examinadores estaba formado por tres señores que no nos infundían demasiado temor: don José Manuel Marroquín, burlador y escéptico; el doctor Eduardo Maldonado Calvo, después Obispo de Tunja, hecho a todo gracejo bogotano, y el doctor Eusebio Díaz, alma benévola como ninguna.
Qué tiempos aquellos, en los que, las más delicadas controversias, se matizaban con las más finas manifestaciones de humor.

PERFILES ANECDÓTICOS DE CARRASQUILLA.

De este recuento, en manera alguna debe estar ausente la portentosa figura del maestro Tomas Carrasquilla, novelista fecundo, castizo y de encumbrados méritos; mayormente, ahora cuando conmemoramos el sesquicentenario de su nacimiento.
No son pocas las anécdotas que matizan el apacible discurrir de su vida, al lado de sus allegados, de sus gentes y sus amigos, que tanto lo rodearon y admiraron; particularmente en las tertulias que disfrutaba a sus anchas en el café La Bastilla , escenario propicio de la bohemia del viejo Medellín.
En este aspecto, resultan de especial memoria las páginas de su amigo y contertulio Ernesto González: Anecdotario de don Tomas Carrasquilla (Medellín, 1952); y Dos novelistas y un pueblo (Carrasquilla y Francisco de Paula Rendón) de Magda Moreno, quien tuvo la fortuna de conocer y conversar con el maestro Carrasquilla, en el atardecer de sus días.
Disfrutemos, apenas, de unas contadas muestras que nos acercan al personaje de marras y nos dan la idea del fino talento y del buen humor que caracterizaron al raizal narrador de cuentos y novelas costumbristas. Y quien, además, como alguien lo apunta con acierto “se dio el lujo de reírse de todo y de todos, hasta de sí mismo”.
Se refiere que cuando Carrasquilla leyó Mi Simón Bolívar de su coterráneo Fernando González, le hizo este comentario:
- Yo no sé que querrá decir Fernando con eso de que Bolívar es un personaje cósmico... Que yo sepa sólo nos emancipó a los mortales de cinco pueblos americanos, porque a los de otros planetas no les tocó nada...
Y de otra almendra son las siguientes:
Una distinguida señora de Medellín bastante locuaz, vibrante y despejada, quiso protagonizar la heroína Mabel del drama Si hablaran los perros de Emilio Franco. Carrasquilla comentaba el hecho en estos términos mordientes:
- Esa señora lo debe hacer muy bien en las tablas porque toda la vida ha vivido en escena...
Su amigo el padre Roberto Jaramillo Arango, poeta y académico de renombre, refiere que le escuchó a don Marco Fidel Suárez este diálogo cortante, que había tenido con Carrasquilla, cuando el autor de los Sueños de Luciano Pulgar ya había escrito la totalidad de sus obras.
Suárez le pregunta:
• Y usted Tomás, ¿todavía está haciendo cuadritos de costumbres?
Carrasquilla , le contesta:
- Sí Marco; sigo escribiendo las mismas pendejadas...
De su permanencia en Bogotá, la mencionada Magda Moreno, acerca del maestro Valencia nos cuenta esta ocurrencia:
Habiendo sido invitados a una fiesta en cierta casa campestre de la sabana, Carrasquilla y algunos amigos suyos hubieron de continuar la farra en un estanquillo del camino donde los sorprendiera un aguacero de “amo y señor”. En un taburete de vaqueta recostado a la pared del corredor, un mozalbete un poco escuálido tiritaba bajo su ruana pastusa. La inveterada costumbre que tenía el Maestro de escudriñarle el alma a los cristianos motivó un interrogatorio: el desconocido era de Popayán, se dirigía a Bogotá –donde cursaba sus estudios- y, como los de la jarana, habíase visto obligado a guarecerse en la venta a causa del agua. Andando la conversación declaró que era poeta y que acababa de componer un largo poema el cual quería someter en la capital al juicio de un entendido. A instancias de Carrasquilla –y porque no hubiera sito tal sino lo hace- recitó algunas estrofas de “Cigüeñas Blancas”. Maravillado el oyente le planteó este dilema:

- Usted, joven, ¿es un farsante o es un genio?
Cuando don Tomás fijó su concepto sobre la autenticidad del genio tornó al interior y profetizó así ante sus amigos:
- Aquí, en el corredor está un muchacho que va a hacer época en la poesía americana.
Del mismo poeta Guillermo Valencia, dicha escritora nos hace participes de este episodio:
Refractario a todo cuanto trascendiese estiramiento, Carrasquilla gustaba de platicar campechanamente aún con los más encumbrados personajes. Cuando lo visitó por última vez el autor de “Cigüeñas Blancas”, el payanés se presentó casi académicamente, haciendo gala de un completo conocimiento de los toques protocolarios, pero el visitado le cortó el hilo con esta antioqueñísima frase, que sus sobrinas y la autora de este relato escuchamos detrás de una cortina, pues prohibió perentoriamente que se presenciase aquella entrevista.
- Dejáte de circunloquios...; sentáte aí y contá qué es lo que has hecho en todo este tiempo.
Lo curioso fue que el primer bardo de América se tornó tan campechano como él.
Preguntado después Carrasquilla acerca del resultado de la visita exclamó:
- Me fue muy bien. Aquello era el incensario yente y viniente; pero venía más que iba.
Acerca de estas ocurrencias, de las que emerge de cuerpo entero el talentoso y bonachón antioqueño, Magda Moreno puntualiza:
Sus conceptos eran dogmáticos y fulminantes, pues no se enredó en circunloquios para alabar, reducir o desconocer los méritos literarios de panegiristas o detractores.

PALABRAS FINALES.

Aunque el manantial anecdótico de nuestra historia es inagotable, aquí ponemos término a nuestro cometido, con la satisfacción y el convencimiento de que las anécdotas, reales o imaginarias, que todo es posible en el discurrir humano, ellas habrán de durar y perdurar mientras nos sea dado hacer gala del ingenio y ponerle un poco de sal a los continuos sinsabores de la vida.
Creemos, además, que ellas contienen un valor y un poder mágico que cautivan el ánimo; humanizan el sentido de la historia; hacen agradable y atractiva su lectura; acrecientan los conocimientos, y, lo que es más, nos deparan indecibles momentos de gozo y entretenimiento. "Los tres grandísimos majaderos hemos sido Jesucristo, Don Quijote y .. yo". Bolivar Ilustración tomada de: Ricardo Palomo. Tradiciones Peruanas. Espasa-Calpe, Madrid, 1936 .
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Tomás carrasquilla, por Uscátegui. Cromos. 12 de octubre de 1918. No. 135.




Batalla e Independencia de Ibarra [editar]

El 10 de julio de 1823, tuvo lugar la encarnizada Batalla e Independencia de Ibarra, dirigida por Simón Bolívar. El coronel Agustín Agualongo comandante realista de Pasto, aprovechando un posible descanso de Bolívar en El Garzal, en la provincia de Los Ríos, se sublevó el 12 de julio de 1823. Bolívar, escuchando que Agualongo había vencido al coronel Juan José Flores. Se pone en marcha a acabar con la insurrección de Pasto.
Simón Bolívar después de 7 días de marchas forzadas vence a Agualongo. Bolívar reunió a sus tropas en Otavalo, y el 17 de julio de 1823, derrota a Agualongo en las calles de Ibarra, y cerca de la hacienda La Victoria, que se ubica al otro lado del Río Tahuando, lugar donde está la famosa Piedra Chapetona, que recuerda el hecho. Se dice que sobre esta piedra se encaramó Bolivar para dirigir a sus tropas a la victoria. La batalla guarda especial importancia por ser la única dirigida personalmente por El Libertador en territorio ecuatoriano.
Agustín Agualongo
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Agustín Agualongo (1780-1824), nació en la ciudad de San Juan de Pasto el 25 de agosto de 1780, líder criollo y militar realista durante la guerra de independencia de la Nueva Granada (hoy Colombia) que hizo oposición armada a los ejércitos republicanos en territorios del sur. Poco se sabe de su vida antes de su incorporación a la carrera militar en el ejército real a los 31 años de edad el 7 de marzo de 1811, pero la mayoría de cronistas e historiadores coinciden en señalar que era pintor.
En 1822, tres después de la independencia definitiva de la Nueva Granada, Agualongo declaró la guerra contra la de La República de Colombia en el nombre de Fernando VII y de la religión católica y lideró una guerra de guerrillas contra la nueva república. Dirigió la toma de Pasto en junio de 1823 y avanzó hacia el Ecuador donde fue derrotado por Bolívar cerca de la población de Ibarra. Llevó a cabo una segunda toma de Pasto en agosto de 1823 y una tercera en febrero de 1824.
En su última batalla, en Barbacoas situada en el occidente del hoy departamento de Nariño, se enfrentó al futuro cuatro veces presidente Tomás Cipriano de Mosquera. Finalmente, Agualongo fue capturado por José María Obando en junio de 1824 y es llevado prisionero a Popayán en donde es juzgado y condenado a morir por fusilamiento lo cual ocurre el 13 de julio de ese mismo año. Al ser condenado a muerte, pidió y se le concedió la gracia de vestir el uniforme de coronel. Ante el pelotón de fusilamiento exclamo que, si tuviese veinte vidas, estaba dispuesto a inmolarlas por su religión y por su Rey de España, suplicó que no le vendaran, porque quería morir cara al sol, mirando la muerte de frente, sin pestañear, siempre recio, como su suelo y su estirpe.
Los despojos mortales de Agustín Agualongo que reposaban en la cripta de la concatedral de San Juan de Pasto, iglesia de San Juan Bautista, fueron sustraídos en 1987 por el grupo subversivo M-19 y devueltos en 1990 como un acto simbólico y simultaneo con la entrega en las montañas del departamento del Cauca de las armas al gobierno de ese entonces, y fueron depositados en el lado Izquierdo de la misma iglesia, junto con los despojos de Hernando de Cepeda y Ahumada hermano de Teresa de Cepeda y Ahumada la Santa de Avila, que fue regidor y encomendero en la ciudad en el siglo XVII.

Campañas del Sur

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Las Campañas del Sur es el nombre con que se conocen a una serie de campañas militares que emprendió la Gran Colombia al sur de su territorio entre 1822 y 1826 contra el dominio español en la América del Sur y que tuvieron una importancia decisiva para la independencia de las actuales repúblicas de Ecuador, Perú y Bolivia.
Generalmente en las repúblicas que constituyeron la Gran Colombia y en especia en Venezuela y Colombia se designan Campañas del Sur a las campañas militares de la Gran Colombia contra los ejércitos españoles al sur de su territorio entre 1821 y 1826. La definición de que hechos comprendieron las campañas del Sur varía, algunos llaman así a las campañas libertadoras de Quito y Pasto entre 1820 y 1822, mientras que otros se refieren a las operaciones militares desde 1821 hasta 1826 cuando capítulo la guarnición de El Callao. Sin embargo, se puede decir ciencia cierta que las campañas del Sur tuvieron por objeto finalizar la guerra de independencia americana, y como resultado el auge de la influencia y el poder de la Gran Colombia que bajo la presidencia de Simón Bolívar buscaba la unión de los nuevos estados hispanoamericanos.
El área de la montaña. La resistencia Patiano Pastusa [editar]
La resistencia llevado a cabo en esta zona juega un papel central, porque su lucha fue la más importante de entre las tres zonas de resistencia post-independentista, entre otras cosas, porque allí se consolidó la liberación continental de España al poder asimilar aquellas importantes poblaciones rebeldes, y en especial, porque esta región es la zona geográfica intermedia de paso al sur para consolidar la caída del bastión español del Perú. Ahora bien, si al final la historia favoreció el interés republicano patriota, es de recordar que la inconformidad rebelde patiano-pastuso se transformó y asumió nuevas formas y discursos para la resistencia posterior, pero no despareció.
De los estudios hechos sobre este tema para la región patiano-pastusa, se habla de que el comportamiento militar desarrollado en esta zona varió, por lo que se hace necesario caracterizar este proceso dentro de cuatro momentos diferentes;[4]
• En un primer momento se estudia el desarrollo de la guerra irregular durante la conocida "primera república" o también llamada "patria boba" que comprende los años de 1810 a 1816.
• Un segundo momento comprende los años de 1816 a 1822, donde se constituyó la lucha independentista con la captura de Pasto;
• Un tercer momento va desde 1822 a 1826, donde se da la primera captura patriota de Pasto al culmen de la lucha independentista en Perú,
• Como cuarto y último momento, que corresponden a los años de 1826 a 1830, el seccionismo que disperso la gran república es la característica que domina a este periodo.
1810-1816. La pequeña guerra en la derrota de la primera república [editar]
La primera república se enfrentó a la oposición de dos polos opuestos, a Pasto realista y Quito independentista. La provincia de pastos, la sub-región patiana y el litoral sur occidental del departamento de Nariño se caracterizaron por la economía regional y tradicional allí desarrollada, que servía de corredor estratégico necesario entre la Nueva Granada y Perú. Por su parte, Quito era el baluarte de la producción manufacturera ligada al comercio regional.
La incomodidad insurreccional presente en la Colombia se debió especialmente a la poca integración que del proyecto nacional tenían las clases más populares. Es de recordar que esta zona y su protesta social se ven ligadas al medio aurífero que vincula a la población negra que junto al problema de la tierra comunal del indígena, y la influyente religión católica; provocó levantamientos en contra del nuevo orden, que conjugaban odios contra ese poder central independentista que había utilizado en 1913 la imposición por la fuerza el nuevo orden a establecer.[5

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Sofía de Angulo de Reyes como alegoría del Estado del Cauca, 1895.
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SOFIA DE ANGULO Y LEMOS 1904 -1909

Nació en Popayán, hija del doctor Miguel Wenceslao Angulo y de Antonia Lemos Lagarcha; recibió una esmerada educación, propia de la época y del elevado ambiente social al que pertenecía. Contrajo matrimonio con el general Rafael Reyes en el año de 1877, de cuya unión hubo seis hijos: Rafael, Enrique, Amalia. Nina, Sofía y Pedro Ignacio. Sofía era hermana de Euclides de Angulo, quien ocupó transitoriamente la presidencia en remplazo del titular, general Reyes, del 19 de marzo al 19 de abril de 1908.

ADELAIDA BUCHELLI VALENCIA 1908
Nació en Pasto el 6 de mayo de 1851 y murió en Bogotá el 12 de septiembre de 1908. Hija de Serafín Buchelli y Dominga Valencia Quijano. Esposa de Diego Euclides de Angulo y Lemos, de cuyo matrimonio hubo cuatro hijos: Daniel, Lucía, Adelaida y Euclides. Su esposo reemplazó al presidente titular Rafael Reyes durante un mes, en 1908.
CECILIA ARBOLEDA MOSQUERA 1909 - 1922
Nació en París (Francia) el 21 de enero de 1859. hija del poeta Julio Arboleda Pombo. presidente electo de la Confederación Granadina en 1862, y de Sofía Mosquera Hurtado. Contrajo matrimonio con Jorge Holguín Mallarino el 9 de agosto de 1877. en cuyo matrimonio hubo 11 hijos: Sofía. Helena. Ricardo, Daniel -casado con Amelia Reyes de Angulo, hija del presidente Reyes-, Julio, Rafael, Cecilia. Pablo. Matilde. Beatriz y Alicia. Jorge Holguín ocupó la presidencia, en calidad de designado, durante algunas horas el 13 de marzo de 1909. luego del 13 de junio al 4 de agosto del mismo año y finalmente del 10 de noviembre de 1921 al 6 de agosto de 1922. por renuncia del presidente Marco Fidel Suárez.



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Cecilia Arboleda, esposa de Jorge Holguín. Oleo de Epifanio Garay. Museo del Siglo XIX, Bogotá.
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ANTONIA PERRERO ATALAYA 1909 - 1910
Nació en 1868 y murió en Bogotá en 1944. Contrajo matrimonio con Ramón González Valencia el 10 de mayo de 1880 en la población de Chinácota (Norte de Santander); de este matrimonio procedieron siete hijos: Alicia. Susana,Carmen, Rafael. Margarita, Carlos y Matilde. Le correspondió a González Valencia terminar el sexenio de Rafael Reyes.

ISABEL GAVIRIA DUQUE 1910 - 1914
Hija de Vicente Gaviria y Pilar Duque González, contrajo matrimonio con Carlos Eugenio Restrepo el 16 de abril de 1890. de cuya unión hubo nueve hijos: Tulia. Carlos, Ignacio. Sofía, Margarita, Ana, Adolfo, Isabel y Vicente. Carlos E. Restrepo fue elegido presidente en 1910 y ejerció el poder en la totalidad del período constitucional.

ELVIRA CARDENAS MOSQUERA 1914 - 1918
Nieta del general Tomás Cipriano de Mosquera, hija de Clelia Mosquera y del general Jeremías Cárdenas Silva -presidente del Estado del Cauca, diputado a su legislatura y representante al Congreso en 1877 Murió el 22 de junio de 1935. Segum.1 esposa de José Vicente Concha, de cuyo matrimonio hubo tres hijas: Elvira, María y Josefina. Concha fue elegido presidente para el período de 1914- 1918.



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Isabel Gaviria Duque y Carlos E. Restrepo. Museo Nacional de Colombia, Bogotá.
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MARIA ANTONIA SUÁREZ DE MORALES OLAYA 1918 - 1921
Hija del presidente Marco Fidel Suárez, quien era viudo al momento de asumir la primera magistratura; su esposa Isabel Orrantia murió a principios del siglo después de haberle dado dos hijos: Gabriel y María Antonia. Esta hizo las veces de primera dama en ceremonias oficiales.

CAROLINA VASQUEZ URIBE 1922 - 1930
Unica hija de Eduardo Vásquez Jaramillo y de Elena Uribe Uribe. Contrajo matrimonio con Pedro Nel Ospina Vásquez, matrimonio del que procedieron tres hijos: Luis, Manuel y Elena. Pedro Nel Ospina fue elegido presidente para el período 1922 - 1926.

LEONOR DE VELASCO ALVAREZ 1926 - 1930
Nació en Bogotá el 30 de julio de 1907, hija del vallecaucano Enrique A. de Velasco Patino y de la poetisa bogotana Mercedes Alvarez Hurtado, más conocida por su seudónimo de Tegualda. Cursó estudios en el Colegio de María Auxiliadora. Fue la segunda esposa de Miguel Abadía Méndez, con quien contrajo matrimonio el 5 de junio de 1926, dos meses antes de asumir la Presidencia. La ceremonia fue oficiada por el nuncio Paolo Giobbe.

Abadia Méndez fue elegido presidente para el período 1926 - 1930. Durante él se llevaron a cabo los Recibos de Palacio, que tenían lugar los primeros jueves de cada mes; a él asistían diplomáticos e invitados de la sociedad bogotana y eran presididos por la esposa del presidente y sus dos hermanas, María y Mercedes. Se iniciaban a las cinco de la tarde con un té y terminaban a las siete de la noche con una retreta interpretada por una banda militar; se charlaba sobre los temas de actualidad.



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Pedro Nel Ospina, Carolina Vásquez de Ospina y el nuncio Roberto Vicentini en el Instituto Pedagógico. Bogotá, julio de 1926.
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MARIA TERESA LONDOÑO SAENZ 1930 - 1934
Nació en Bogotá en 1882 y murió en la misma ciudad el 5 de mayo de 1962. Hija de Andrés Adolfo Londoño Ascuénaga y Manuela Sáenz Pinzón. Contrajo matrimonio con Enrique Olaya Herrera el 2 de diciembre de 1911; la ceremonia tuvo lugar en la casa de la novia y fue oficiada por monseñor Francesco Ragonessi, nuncio papal, María Teresa gozaba de una elevada posición social, lo cual ayudó mucho a Olaya Herrera, según comentarios de sus contemporáneos. El matrimonio Olaya Londoño tuvo dos hijas: María y Lucía. Olaya Herrera fue electo presidente para el período 1930 - 1934. En la ceremonia de posesión estuvieron presentes su esposa e hijas siendo la primera vez que la familia presidencial asistía a este acto. Al parecer, también fue la primera esposa de un presidente en tener secretaria y una oficina en palacio, desde donde despachaba asuntos relacionados con las peticiones que a ella llegaban para intermediar sobre diversos asuntos. De su desempeño como primera dama vale destacar que fue ella quien ideó la "colecta patriótica" llevada a cabo por las mujeres colombianas en octubre de 1932 a raíz del conflicto con el Perú. En este cuatrienio se acabaron los Recibos de Palacio pero, en cambio, se presentaron artistas extranjeros célebres y se llevaron a cabo suntuosos bailes. Las hijas del presidente, en especial María, tuvieron tal vez mayor figuración que su madre, pues lo acompañaban no sólo en las recepciones sociales sino también en las actividades publicas. Durante este período la prensa hizo un mayor cubrimiento de la familia presidencial, tanto en su vida pública como privada.

MARIA MICHELSEN LOMBANA 1934 - 1938; 1942 - 1945
Nació en Bogotá el 17 de febrero de 1890 y murió en la misma ciudad el 22 de enero de 1949. Hija del científico Carlos Michelsen Uribe y de Antonia Lombana Barreneche. Contrajo matrimonio con Alfonso López Pumarejo el 19 de agosto de 1911, 23 días después de la muerte de su madre. Del matrimonio López Michelsen proceden cinco hijos: María, Alfonso, Pedro, María Mercedes y Femando. Alfonso López Pumarejo fue electo presidente en dos ocasiones: la primera para el período constitucional
1934 - 1938 y la segunda para el período 1942 -1946, esta segunda administración no la terminó y hubo de ser reemplazado por el designado Alberto Lleras Camargo, en 1945. Con los esposos López Michelsen se inauguró una nueva era en palacio: ambos eran de gran prestancia social, la prensa empezó a utilizar expresión "Primera Dama" para referirse a la esposa del presidente, y ésta a su vez tuvo mayor figuración en la vida publica. A María Michelsen se deben, entre otras cosas: El Amparo de Niños Abandonados, inaugurado el 22 de noviembre de 1934, obra considerada como la de mayor significación en la época, no solamente en Colombia sino fuera del país, y el Colegio de las Hijas de María de las Esclavas. Colaboró con el Asilo de San Antonio y con el Hogar Clínica San Rafael. Pionera del trabajo social en Colombia, fue condecorada con la Cruz de Boyacá el 26 de noviembre de 1948 por su labor en defensa de las clases menos favorecidas. Germán Arciniegas cuenta que cuando Eduardo Santos visitó al Papa Pío XII, éste le dijo: "A mí no me inspira mucha confianza la política de López, pero me conmueve la piedad de la señora María".



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Boda de Leonor de Velasco Alvares con el presidente electo Miguel Abadía Méndez, Bogotá, junio 5 de 1926.
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LORENZA VILLEGAS RESTREPO 1938 - 1942
Nació en la hacienda "El Paisaje", corregimiento de Dos Quebradas, en Santa Rosa del Cabal, Caldas, el 5 de octubre de 1892 y murió en Nueva York el 25 de marzo de 1960. Contrajo matrimonio con Eduardo Santos Montejo el 25 de noviembre de 1917, en la iglesia de La Veracruz de Bogotá. El matrimonio Santos Villegas sólo tuvo una hija, Clarita, quien murió de escarlatina a la temprana edad de dos años, hecho que marcó definitivamente la vida de la pareja. Eduardo Santos fue electo presidente para el período de 1938 - 1942. Lorencita tuvo una destacada labor como primera dama. Al igual que María Michelsen, fue pionera de la labor social, a su gestión se deben, entre otras obras: el Hospital Infantil que lleva su nombre, y el Hospital Santa Clara de Bogotá, especializado en la atención a tuberculosos; así mismo, recibieron su apoyo el Hospital Clarita Santos, de Santa Rosa de Cabal, el Hospital San Vicente de Paúl, de Medellín, la cárcel del Buen Pastor de la Hermanitas de los Pobres, el Instituto de la Sabiduría para niñas ciegas y sordomudas, las obras de las Hermanas Vicentinas, las Misioneras y las Hermanas de Cristo Sacerdote. Fue una de las primeras mujeres que participó en política acompañando a su esposo en las giras electorales.

BERTHA HERNANDEZ FERNANDEZ 1946 - 1950
Nació en Medellín el 17 de abril de 1907 y murió en Bogotá el 11 de septiembre de 1933. Hija del comerciante y empresario industrial Antonio María Hernández y de Mercedes Fernández Echavarría. Contrajo matrimonio con Mariano Ospina Pérez en julio de 1926, en la capilla de los Hermanos Cristianos de Medellín. De su matrimonio proceden cinco hijos: Mariano, Rodrigo, Femando, Gonzalo y María Clara (nacida en el palacio presidencial). Mariano Ospina fue electo presidente para el período de
1946 -1950. Doña Bertha, como se le conoció en el ámbito nacional, se apartó como primera dama del esquema tradicional de la labor en obras sociales, para intervenir en la política. Tuvo una decidida participación en los sucesos del 9 de abril de 1948 y a ella se atribuye la conocida frase de su esposo al anunciar que no dejaría el poder: "Para la democracia colombiana vale más un presidente muerto que un presidente fugitivo". También fue célebre su frase: "Dígale a Lleras Restrepo y a su grupo que el presidente no renuncia y que yo. su señora, les advierto que de aquí no saldrá sino muerto". Doña Bertha lideró el grupo que en tiempos de Rojas Pinilla luchó por las reivindicaciones políticas femeninas. Fue una de las primeras mujeres que intervino abiertamente en política, en una época en que aún estaba reservada a los hombres, y en lograr su propia curul en el Congreso. Es considerada la primera figura femenina de la política en el presente siglo.




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Sofía de Angulo de Reyes como alegoría del Estado del Cauca, 1895.
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SOFIA DE ANGULO Y LEMOS 1904 -1909
Nació en Popayán, hija del doctor Miguel Wenceslao Angulo y de Antonia Lemos Lagarcha; recibió una esmerada educación, propia de la época y del elevado ambiente social al que pertenecía. Contrajo matrimonio con el general Rafael Reyes en el año de 1877, de cuya unión hubo seis hijos: Rafael, Enrique, Amalia. Nina, Sofía y Pedro Ignacio. Sofía era hermana de Euclides de Angulo, quien ocupó transitoriamente la presidencia en remplazo del titular, general Reyes, del 19 de marzo al 19 de abril de 1908.
ADELAIDA BUCHELLI VALENCIA 1908
Nació en Pasto el 6 de mayo de 1851 y murió en Bogotá el 12 de septiembre de 1908. Hija de Serafín Buchelli y Dominga Valencia Quijano. Esposa de Diego Euclides de Angulo y Lemos, de cuyo matrimonio hubo cuatro hijos: Daniel, Lucía, Adelaida y Euclides. Su esposo reemplazó al presidente titular Rafael Reyes durante un mes, en 1908.
CECILIA ARBOLEDA MOSQUERA 1909 - 1922
Nació en París (Francia) el 21 de enero de 1859. hija del poeta Julio Arboleda Pombo. presidente electo de la Confederación Granadina en 1862, y de Sofía Mosquera Hurtado. Contrajo matrimonio con Jorge Holguín Mallarino el 9 de agosto de 1877. en cuyo matrimonio hubo 11 hijos: Sofía. Helena. Ricardo, Daniel -casado con Amelia Reyes de Angulo, hija del presidente Reyes-, Julio, Rafael, Cecilia. Pablo. Matilde. Beatriz y Alicia. Jorge Holguín ocupó la presidencia, en calidad de designado, durante algunas horas el 13 de marzo de 1909. luego del 13 de junio al 4 de agosto del mismo año y finalmente del 10 de noviembre de 1921 al 6 de agosto de 1922. por renuncia del presidente Marco Fidel Suárez.




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Cecilia Arboleda, esposa de Jorge Holguín. Oleo de Epifanio Garay. Museo del Siglo XIX, Bogotá.
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ANTONIA PERRERO ATALAYA 1909 - 1910
Nació en 1868 y murió en Bogotá en 1944. Contrajo matrimonio con Ramón González Valencia el 10 de mayo de 1880 en la población de Chinácota (Norte de Santander); de este matrimonio procedieron siete hijos: Alicia. Susana,Carmen, Rafael. Margarita, Carlos y Matilde. Le correspondió a González Valencia terminar el sexenio de Rafael Reyes.

ISABEL GAVIRIA DUQUE 1910 - 1914
Hija de Vicente Gaviria y Pilar Duque González, contrajo matrimonio con Carlos Eugenio Restrepo el 16 de abril de 1890. de cuya unión hubo nueve hijos: Tulia. Carlos, Ignacio. Sofía, Margarita, Ana, Adolfo, Isabel y Vicente. Carlos E. Restrepo fue elegido presidente en 1910 y ejerció el poder en la totalidad del período constitucional.

ELVIRA CARDENAS MOSQUERA 1914 - 1918
Nieta del general Tomás Cipriano de Mosquera, hija de Clelia Mosquera y del general Jeremías Cárdenas Silva -presidente del Estado del Cauca, diputado a su legislatura y representante al Congreso en 1877 Murió el 22 de junio de 1935. Segum.1 esposa de José Vicente Concha, de cuyo matrimonio hubo tres hijas: Elvira, María y Josefina. Concha fue elegido presidente para el período de 1914- 1918.




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Isabel Gaviria Duque y Carlos E. Restrepo. Museo Nacional de Colombia, Bogotá.
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MARIA ANTONIA SUÁREZ DE MORALES OLAYA 1918 - 1921
Hija del presidente Marco Fidel Suárez, quien era viudo al momento de asumir la primera magistratura; su esposa Isabel Orrantia murió a principios del siglo después de haberle dado dos hijos: Gabriel y María Antonia. Esta hizo las veces de primera dama en ceremonias oficiales.

CAROLINA VASQUEZ URIBE 1922 - 1930
Unica hija de Eduardo Vásquez Jaramillo y de Elena Uribe Uribe. Contrajo matrimonio con Pedro Nel Ospina Vásquez, matrimonio del que procedieron tres hijos: Luis, Manuel y Elena. Pedro Nel Ospina fue elegido presidente para el período 1922 - 1926.

LEONOR DE VELASCO ALVAREZ 1926 - 1930
Nació en Bogotá el 30 de julio de 1907, hija del vallecaucano Enrique A. de Velasco Patino y de la poetisa bogotana Mercedes Alvarez Hurtado, más conocida por su seudónimo de Tegualda. Cursó estudios en el Colegio de María Auxiliadora. Fue la segunda esposa de Miguel Abadía Méndez, con quien contrajo matrimonio el 5 de junio de 1926, dos meses antes de asumir la Presidencia. La ceremonia fue oficiada por el nuncio Paolo Giobbe.

Abadia Méndez fue elegido presidente para el período 1926 - 1930. Durante él se llevaron a cabo los Recibos de Palacio, que tenían lugar los primeros jueves de cada mes; a él asistían diplomáticos e invitados de la sociedad bogotana y eran presididos por la esposa del presidente y sus dos hermanas, María y Mercedes. Se iniciaban a las cinco de la tarde con un té y terminaban a las siete de la noche con una retreta interpretada por una banda militar; se charlaba sobre los temas de actualidad.




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Pedro Nel Ospina, Carolina Vásquez de Ospina y el nuncio Roberto Vicentini en el Instituto Pedagógico. Bogotá, julio de 1926.
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MARIA TERESA LONDOÑO SAENZ 1930 - 1934
Nació en Bogotá en 1882 y murió en la misma ciudad el 5 de mayo de 1962. Hija de Andrés Adolfo Londoño Ascuénaga y Manuela Sáenz Pinzón. Contrajo matrimonio con Enrique Olaya Herrera el 2 de diciembre de 1911; la ceremonia tuvo lugar en la casa de la novia y fue oficiada por monseñor Francesco Ragonessi, nuncio papal, María Teresa gozaba de una elevada posición social, lo cual ayudó mucho a Olaya Herrera, según comentarios de sus contemporáneos. El matrimonio Olaya Londoño tuvo dos hijas: María y Lucía. Olaya Herrera fue electo presidente para el período 1930 - 1934. En la ceremonia de posesión estuvieron presentes su esposa e hijas siendo la primera vez que la familia presidencial asistía a este acto. Al parecer, también fue la primera esposa de un presidente en tener secretaria y una oficina en palacio, desde donde despachaba asuntos relacionados con las peticiones que a ella llegaban para intermediar sobre diversos asuntos. De su desempeño como primera dama vale destacar que fue ella quien ideó la "colecta patriótica" llevada a cabo por las mujeres colombianas en octubre de 1932 a raíz del conflicto con el Perú. En este cuatrienio se acabaron los Recibos de Palacio pero, en cambio, se presentaron artistas extranjeros célebres y se llevaron a cabo suntuosos bailes. Las hijas del presidente, en especial María, tuvieron tal vez mayor figuración que su madre, pues lo acompañaban no sólo en las recepciones sociales sino también en las actividades publicas. Durante este período la prensa hizo un mayor cubrimiento de la familia presidencial, tanto en su vida pública como privada.

MARIA MICHELSEN LOMBANA 1934 - 1938; 1942 - 1945
Nació en Bogotá el 17 de febrero de 1890 y murió en la misma ciudad el 22 de enero de 1949. Hija del científico Carlos Michelsen Uribe y de Antonia Lombana Barreneche. Contrajo matrimonio con Alfonso López Pumarejo el 19 de agosto de 1911, 23 días después de la muerte de su madre. Del matrimonio López Michelsen proceden cinco hijos: María, Alfonso, Pedro, María Mercedes y Femando. Alfonso López Pumarejo fue electo presidente en dos ocasiones: la primera para el período constitucional
1934 - 1938 y la segunda para el período 1942 -1946, esta segunda administración no la terminó y hubo de ser reemplazado por el designado Alberto Lleras Camargo, en 1945. Con los esposos López Michelsen se inauguró una nueva era en palacio: ambos eran de gran prestancia social, la prensa empezó a utilizar expresión "Primera Dama" para referirse a la esposa del presidente, y ésta a su vez tuvo mayor figuración en la vida publica. A María Michelsen se deben, entre otras cosas: El Amparo de Niños Abandonados, inaugurado el 22 de noviembre de 1934, obra considerada como la de mayor significación en la época, no solamente en Colombia sino fuera del país, y el Colegio de las Hijas de María de las Esclavas. Colaboró con el Asilo de San Antonio y con el Hogar Clínica San Rafael. Pionera del trabajo social en Colombia, fue condecorada con la Cruz de Boyacá el 26 de noviembre de 1948 por su labor en defensa de las clases menos favorecidas. Germán Arciniegas cuenta que cuando Eduardo Santos visitó al Papa Pío XII, éste le dijo: "A mí no me inspira mucha confianza la política de López, pero me conmueve la piedad de la señora María".




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Boda de Leonor de Velasco Alvares con el presidente electo Miguel Abadía Méndez, Bogotá, junio 5 de 1926.
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LORENZA VILLEGAS RESTREPO 1938 - 1942
Nació en la hacienda "El Paisaje", corregimiento de Dos Quebradas, en Santa Rosa del Cabal, Caldas, el 5 de octubre de 1892 y murió en Nueva York el 25 de marzo de 1960. Contrajo matrimonio con Eduardo Santos Montejo el 25 de noviembre de 1917, en la iglesia de La Veracruz de Bogotá. El matrimonio Santos Villegas sólo tuvo una hija, Clarita, quien murió de escarlatina a la temprana edad de dos años, hecho que marcó definitivamente la vida de la pareja. Eduardo Santos fue electo presidente para el período de 1938 - 1942. Lorencita tuvo una destacada labor como primera dama. Al igual que María Michelsen, fue pionera de la labor social, a su gestión se deben, entre otras obras: el Hospital Infantil que lleva su nombre, y el Hospital Santa Clara de Bogotá, especializado en la atención a tuberculosos; así mismo, recibieron su apoyo el Hospital Clarita Santos, de Santa Rosa de Cabal, el Hospital San Vicente de Paúl, de Medellín, la cárcel del Buen Pastor de la Hermanitas de los Pobres, el Instituto de la Sabiduría para niñas ciegas y sordomudas, las obras de las Hermanas Vicentinas, las Misioneras y las Hermanas de Cristo Sacerdote. Fue una de las primeras mujeres que participó en política acompañando a su esposo en las giras electorales.

BERTHA HERNANDEZ FERNANDEZ 1946 - 1950
Nació en Medellín el 17 de abril de 1907 y murió en Bogotá el 11 de septiembre de 1933. Hija del comerciante y empresario industrial Antonio María Hernández y de Mercedes Fernández Echavarría. Contrajo matrimonio con Mariano Ospina Pérez en julio de 1926, en la capilla de los Hermanos Cristianos de Medellín. De su matrimonio proceden cinco hijos: Mariano, Rodrigo, Femando, Gonzalo y María Clara (nacida en el palacio presidencial). Mariano Ospina fue electo presidente para el período de
1946 -1950. Doña Bertha, como se le conoció en el ámbito nacional, se apartó como primera dama del esquema tradicional de la labor en obras sociales, para intervenir en la política. Tuvo una decidida participación en los sucesos del 9 de abril de 1948 y a ella se atribuye la conocida frase de su esposo al anunciar que no dejaría el poder: "Para la democracia colombiana vale más un presidente muerto que un presidente fugitivo". También fue célebre su frase: "Dígale a Lleras Restrepo y a su grupo que el presidente no renuncia y que yo. su señora, les advierto que de aquí no saldrá sino muerto". Doña Bertha lideró el grupo que en tiempos de Rojas Pinilla luchó por las reivindicaciones políticas femeninas. Fue una de las primeras mujeres que intervino abiertamente en política, en una época en que aún estaba reservada a los hombres, y en lograr su propia curul en el Congreso. Es considerada la primera figura femenina de la política en el presente siglo.





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El ex presidente Ramón González Valencia y señora Antonia Perrero Atalaya, su sucesor Carlos E. Restrepo y señora Isabel Gaviria con el nuncio Francesco Ragonessi, arzobispo de Mira. Cúcuta, 1920. Museo Nacional de Colombia.
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MARIA HURTADO CAJIAO 1950 - 1951, 1953
Nació en Bogotá y murió en la misma ciudad el 13 de enero de 1971. Hija de los payaneses Simón Hurtado e Isabel Cajiao Urrutia. Contrajo matrimonio con Laureano Gómez el 19 de septiembre de 1916, en la capilla de San José de la iglesia San Ignacio. De su matrimonio proceden cuatro hijos: Cecilia, Rafael, Alvaro y Enrique. Laureano fue elegido presidente para el periodo 1950 - 1954, pero su delicada salud lo llevó a retirarse del cargo en 1951 y lo reasumió sólo por unas horas en 1953, cuando fue depuesto por Gustavo Rojas Pinilla. La actuación de María Hurtado como primera dama está marcada por la discreción: se dedicó en especial a los presos, mediante patronato que presidió e impulsó; desde la muerte de María Michelsen, se encargó de continuar su obra colaborando con el padre Castillo en el Amparo de Niños.

CLEMENCIA HOLGUIN Y CARO 1951 - 1953
Hija menor de Carlos Holguín -quien en calidad de designado ocupó la Presidencia de la República en agosto de 1888 por ausencia del titular Rafael Núñez- y de Margarita Caro Tobar, hermana del presidente Miguel Antonio Caro. Estudió en el Colegio Sacre Coeur de Bogotá, contrajo matrimonio con Roberto Urdaneta Arbeláez el 3 de junio de 1917, y de esta unión hubo seis hijos: Clemencia, Enrique, Rafael. María Consuelo, Carlos y Roberto. Urdaneta ejerció la primera magistratura, en calidad de designado, por ausencia del titular Laureano Gómez, del 5 de noviembre de 1951 al 13 de junio de 1953.




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María Teresa Londoño de Olaya en su oficina del palacio de la Carrera
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CAROLA CORREA LONDOÑO 1953-1957
Nació en Medellín el 25 de enero de 1905 y murió en Bogotá el 15 de julio de 1986, hija de Emilio Correa Correa, hombre de negocios nacido en Amaga, y de Emilia Londoño Jaramillo, perteneciente a una familia de posición social y buenos recursos económicos de La Ceja. Estudió en el Pensionado Francés del Colegio de la Presentación de Medellín. Contrajo matrimonio con Gustavo Rojas Pinilla en mayo de 1930, en Medellín. De su matrimonio proceden tres hijos: Gustavo, Carlos y María Eugenia. Rojas Pinilla ocupó la Presidencia del 13 de junio de 1953 hasta el 10 de mayo de 1957. La actuación de Carola como primera dama no fue muy relievante; mayor figuración tuvo su hija María Eugenia Rojas de Moreno Díaz, fundadora de Sendas y de la Policía Infantil durante el gobierno de su padre y quien sería candidata de Anapo a la Presidencia de la República en 1974.

MARIA FELIZA ( MARY) QUEVEDO PARIS 1957 - 1958
Como esposas de los integrantes de la Junta Militar de Gobierno que ejerció el poder desde el 10 de mayo de 1957 hasta el 7 de agosto de 1958, las cinco primeras damas se limitaron a desarrollar labores de tipo social que se repartían convenientemente para no intervenir en las actividades de las otras. Sin embargo, asistían juntas a todos los actos protocolarios.
Mary Quebedo de París nació en Ibagué el 12 de mayo de 1911. Hija de Ricardo Quevedo e Ismenia París Duran. Contrajo matrimonio con Gabriel París Gordillo el 28 de septiembre de 1936, en la iglesia de Nuestra Señora de Las Nieves en Bogotá. En su matrimonio procrearon cuatro hijos: Gabriel, Jaime, Gloria y Ligia. Gabriel París se desempeñó como presidente de la Junta Militar que reemplazó al general Gustavo Rojas Pinilla. Como integrante del grupo de primeras damas, a Mary le correspondió encargarse del Amparo de Niños.




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Enrique Olaya Herrera, María Michelsen de López, Clemencia Holguin de Urdaneta, Roberto Urdaneta Arbeláez, Alfonso López Pumarejo y María Teresa Londoño de Olaya.
Jockey Club de Bogotá, agosto 7 de 1934.
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ANA MARIA IRAGORRI CASTRO 1957 - 1958
Nació en Popayán en 1919. Hija de Carlos Iragom Castro y Ayda Luz Castro Escorza. Estudió comercio en el Colegio de las Salesianas de María Auxiliadora de Popayán. Contrajo matrimonio con Deogracias Fonseca Espinosa el 18 de junio de 1936 en la iglesia de la Virgen del Carmen de Popayán. En su matrimonio tuvo doce hijos: Jesús, Enrique, Yolanda Teresa, Alina Socorro, Carlos Alfonso, Marco Aurelio. Lisne Inés, Ana Mireya, Guillermo Alberto, Patricia Helena, Gustavo Adolfo, María Elvira y Carmen Eugenia. Como primera dama le correspondió colaborar en la Acción Social de la Policía y ayudar a los Padres Dominicos en su colegio para niños pobres.

DORA CLEMENT PLATA 1957 - 1958
Nació en Bogotá, hija de José Clement Sánchez y María Plata. Estudió bachillerato en el Colegio Eucarístico de Cartagena. Contrajo matrimonio con Rubén Piedrahita Arango el 4 de agosto de 1945 en Cartagena. El matrimonio Piedrahita Clement tuvo dos hijos: Mary y Miguel. Como primera dama le corespondió obtener financiación y organizar los comedores para niños pobres.





________________________________________Lorencita Villegas de Santos
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ELVIRA DE FRANCISCO FIGARI 1957 - 1958
Nació el 24 de octubre de 1915 y murió el 6 de agosto de 1972. Hija de Alberto De Francisco y Blanca Figari. Contrajo matrimonio con Rafael Navas Pardo el 27 de noviembre de 1943 en la iglesia de Las Nieves de Bogotá. De su matrimonio proceden tres hijos: Rafael, Alfredo y María Isabel. Como integrante del grupo de primeras damas colaboró en el desarrollo de labores de tipo social.

CECILIA PEREZ AÑEZ 1957 - 1958
Nació en Bogotá el 4 de febrero de 1915 y murió en la misma ciudad el 12 de marzo de 1977. Hija de Agustín Pérez y María Elena Añez. Contrajo matrimonio con Luis Ernesto Ordóñez castillo el 20 de diciembre de 1935 en la iglesia de Las Nieves de Bogotá. De esta unión proceden dos hijos: Ernesto y Cecilia. Su actividad como primera dama la dedicó a la niñez desamparada.




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Bertha Hernández y Mariano Ospina Pérez
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BERTHA PUGA MARTINEZ 1945 - 1946; 1958 - 1962
Nació en Temuco, Chile, hija del general y diplomático chileno Arturo Puga y de Bertha Martínez. Cursó estudios de bachillerato en el Colegio del Sagrado Corazón de Santiago de Chile. Contrajo matrimonio con Alberto Lleras Camargo en 1931. De dicho matrimonio proceden cuatro hijos: Consuelo, Alberto. Ximena y Marcela. Lleras Camargo asumió el poder como designado por renuncia del titular Alfonso López Pumarejo, desde agosto de 1945 hasta agosto de 1946; fue electo presidente para el período 1958 - 1962. Como primera dama se distinguió Bertha Puga por la discreción que supo mantener siempre, mujer sencilla dispuesta a ayudar a la gente que se acercaba al palacio de San Carlos solicitando su colaboración. En la época de Rojas Pinilla colaboró con el periódico La Resistencia que clandestinamente editaban Helena Calderón y Paulina Nieto de Caro. Fue amiga personal de los Kennedy y adelantó una cuidadosa remodelación del palacio presidencial.

SUSANA LOPEZ NAVIA 1962 - 1966
Nació en Palmira el 17 de septiembre de 1910. Hija de Gustavo López Terreros y Lucrecia Navia, oriundos de esa ciudad. Cursó estudios de comercio en el Colegio de las Madres Franciscanas de Cartago. A los ocho años perdió a sus padres. Fue una de las primeras mujeres que se atrevió a trabajar en la tradicional Popayán, como secretaria del Banco de Colombia, cargo que mantuvo hasta que contrajo matrimonio con Guillermo León Valencia el 31 de enero de 1931; de este matrimonio proceden cuatro hijos: Pedro Felipe, Alma, Ignacio y Diana. Murió en Bogotá el 19 de mayo de 1964. cuando a su esposo aún le faltaban dos años p.ini terminar su mandato. Años antes de la elección de Valencia a la Presidencia, Susana sufrió un derrame cerebral que le paralizó medio cuerpo y la dejó postrada en una silla de ruedas, limitación que no le impidió llevar a cabo algunas labores como primera dama: se ocupaba de contestar la correspondencia que recibía en palacio y de tramitar las cosas que la gente solicitaba; participó en empresas de caridad, de civismo y de cultura, adelantadas tanto por instituciones oficiales como privadas. El titulo de Primera Dama de la Nación le asustaba un poco y prefería que la gente le dijera simplemente "Doña Susana". Asistía asiduamente al Teatro Colón, actividad que le servía de alivio para su salud. A su muerte. Diana, su hija menor, desempeño las funciones oficiales, aunque "creo que en esa época no se hacían cosas muy a fondo [...] en ese tiempo la esposa del presidente era más un soporte moral, la compañera en las horas buenas y malas: la persona que iba a algunas cosas, a otras no". Guillermo León Valencia fue el primer mandatario en la historia del país que enviudó siendo presidente de la República.
Ficha bibliográfica
Titulo: Fotografía y política
Edición original: 2005-06-01
Edición en la biblioteca virtual: 2005-06-01
Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República
Creador: Deas Malcom




EDICIÓN 75 - MARZO 1996



FOTOGRAFÍA Y POLITICA
Por: Malcom Deas
Tomado de: Revista Credencial Historia.
(Bogotá - Colombia). Edición 75
Marzo de 1996




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Tomás Cipriano de Mosquera y Francisco Montenegro en el Observatorio de Bogotá, 1867. Fotografía de José Gregorio Gutiérrez Ponce.
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Una imagen vale por mil palabras? ¿Cuánto valen las fotografías para el historiador? Siempre las he buscado, y sigo buscándolas como adicto, intentando encontrar novedad en lo viejo, por esa curiosa característica de las imágenes conocidas: su susceptibilidad al desgaste. Siempre me ha sido un placer y una necesidad visualizar. Soy de los infantiles que prefieren, por ejemplo, hacer historia económica en medio de fotografías de tiendas, de muías o aun de viejas sucursales de banco, como al novelista Robert Graves le gustó escribir sobre épocas pasadas con las monedas del período histórico sobre la mesa.
Para la historia política de Colombia no faltan fotografías, lo que no debe sorprender. Para una actividad vanidosa casi por definición, la máquina de retratar vino de inmediato a mano, como se destacó en la gran exposición bogotana de 1983, recogida en el libro Historia de la fotografía en Colombia, de Eduardo Serrano y sus colaboradores, esfuerzo que tanto ayudó a valorar las fotos viejas y a promover otras colecciones. Hay retratos fotográficos de todos los presidentes de la República, menos del general Santander, y por los años sesenta del siglo pasado entró en auge la fotografía con fines políticos: los retratos corte de visite (tarjeta de visita), cualquier político que se respetara había de hacérselos. Yo los he adquirido con fruición: tengo a Tomás Cipriano de Mosquera en Bogotá, en Nueva York, en Lima -siempre debió mantener un buen surtido-; tengo Rojas Garrido, filósofo y orador, y Ezequiel Rojas, filósofo y agiotista, varias veces repetidos; tengo a Uribe Uribe, al Negro Robles y al Negro general Delgado, de militar y de civil; Ambrosio López, Gaitán Obeso, Julio Arboleda, Jorge Isaacs, Jorge Holguín y Rafael Núñez; tengo también mosaicos en miniatura de conspiradores, y de periodistas con el trasfondo en miniatura de sus periódicos.













EDICIÓN 56 - AGOSTO 1994


PRESIDENTES DE LOS 9 ESTADOS SOBERANOS Tomado de: Revista Credencial Historia.
(Bogotá - Colombia). Edición 56
Agosto de 1994



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Pedro Justo Berrio. Oleo de Jules de Vignon,
1873. Museo Universidad de Antioquia, Medellín.
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ANTIOQUIA

PEDRO JUSTO BERRIO
Nació en Santa Rosa de Osos, población minera del norte de Antioquia, el 28 de mayo de 1827. Inició sus estudios bajo la guía de su padre. Lorenzo, director de una escuela privada en su propia casa; los prosiguió en el seminario de Antioquia, orientado por el ilustre obispo santandereano Juan de la Cruz Gómez Plata. En Bogotá se tituló de abogado en 1851.
Alternó el ejercicio de la abogacía, la minería y el comercio con numerosas actividades públicas, ya en cuerpos representativos, ya en cargos administrativos o judiciales: miembro de asambleas legislativas y de la Constituyente del Estado, representante a la Cámara, prefecto del Departamento del Norte y magistrado del Tribunal Superior. Participó en la movilización contra la dictadura del general José María Meló en 1854, y de nuevo tomó las armas en 1860 para apoyar a su copartidario y protector Mariano Ospina. Fue uno de los jefes vencedores en Carolina. Cuando la suerte cambió, debió refugiarse en los montes. Berrío apoyó el levantamiento de sus copartidarios contra el gobierno de Pascual Bravo, logrando un brillante triunfo de Yarumal, el 2 de enero de 1864, preludio de la derrota liberal dos días después en Marinilla. Por aclamación de los dirigentes conservadores ejerció como gobernador provisorio desde el 10 de enero. Aunando prudencia y firmeza, consolidó el dominio conservador en el Estado y obtuvo el reconocimiento del presidente de la Unión, Manuel Murillo Toro.
Disolvió el ejército, aunque sin cesar de importar armas por si llegaran a ser necesarias; llamó a la administración a copartidarios de las diferentes regiones del Estado y en ocasiones a los del partido opuesto. Introdujo el telégrafo, organizó la casa de moneda, trajo la imprenta oficial, impulsó la construcción de vías, en especial el carretero que debía comunicar a Medellín con el río Magdalena, entre otras realizaciones para desarrollo de la región. Con todo, sus mayores esfuerzos los orientó al fomento de la educación: incrementó la instrucción primaria hasta lograr que Antioquia ocupara el primer lugar entre los nueve Estados de la Unión; en 1870 creó la Escuela de Artes y Oficios; en 1871 transformó el Colegio del Estado en Universidad de Antioquia y obtuvo una suma importante para dotarla de catedráticos, libros y material didáctico; en 1872 estableció la Escuela Normal del Estado y la Escuela Modelo anexa. Su interés constante por la educación se resume en el lema «gobernar es enseñar».
Asentó su gobierno sobre dos pilares: la defensa de la autonomía del Estado Federal y el apoyo a la Iglesia católica, ambos de profunda raigambre en las tradiciones del pueblo antioqueño. Concluido su mandato, en agosto de 1873, asumió la rectoría de la Universidad; uno de sus más notables discípulos, Tomás Carrasquilla, lo recordaba como a un padre bondadoso. Murió en Medellín el 14 de febrero de 1875, rodeado del aprecio y respeto de la mayoría de los antioqueños y de muchos dirigentes nacionales de ambos partidos.
Luis Javier Villegas

BOLIVAR
JUAN JOSE NIETO
El general Juan José Nieto Gil nació el 24 de junio de 1805 en el lugar de Cibarco situado entre Baranoa y Tubará en el hoy departamento del Atlántico. Fue un autodidacta formidable, producto de la mezcla de las tres razas que componen nuestra nacionalidad, lo que no le impidió enfrentarse con las rancias familias cartageneras casándose, en primeras nupcias en 1827, con María Palacio García del Fierro, prima segunda de Rafael Núñez y, viudo ya, en 1834, con Teresa Cavero y Leguina, hija del prócer Ignacio Cavero. Fue santanderista en su Juventud y en 1839 publicó su Geografía... de la provincia de Cartagena que, a pesar de sus errores históricos, es muy útil por los precisos datos geográficos y económicos que suministra. En este mismo año es elegido diputado de la Cámara provincial de Cartagena y se hace masón. Participa en la revolución de los Supremos en 1840 al lado del general Carmona. En Tescua es apresado por Mosquera, quien lo envía a Bocachica y a Chagres, radicándose después en Kingston, en donde permanece cinco años aprendiendo el inglés y dedicándose seguramente al comercio. Durante esos años escribe las novelas Resina, Ingermina y Los moriscos.
En 1847 vuelve a Cartagena y funda en 1849 La Democracia, donde hizo sus primeras armas periodísticas Rafael Núñez. En ese mismo año el gobernador de la provincia de Cartagena José María Obando designó a Nieto jefe político del Cantón. Fue elegido representante a la Cámara para el período 1850-1852, pero debió posesionarse de la gobernación de la provincia el 22 de julio de 1851, decretando en 1852 la expulsión del obispo Pedro Antonio Torres. Reelegido gobernador, de acuerdo con la nueva Constitución de 1853, prestó su apoyo al golpe de José María Meló (17 de abril de 1854). Fue reemplazado por Rafael Núñez, quien se atrajo el apoyo conservador para derrocar al usurpador Meló.



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Juan José Nieto Gil.
Fotografía de la Colección JJ.
Herrera, Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotá.
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En 1859 Juan José Nieto se levantó contra el gobernador conservador Juan Antonio Calvo y se hizo cargo del mando. Una Asamblea Constituyente lo proclamó general y lo eligió presidente del Estado. Cuando, en 1860, Mosquera desde el Cauca inició la guerra que iba a incendiar todo el país. Nieto celebró con él un «Tratado» que creó una nueva «nación»: los Estados Unidos de la Nueva Granada, de la cual hacían parte los separados estados de Cauca y Bolívar, sin importarles que entre ellos se interpusiera Antioquia. El «Tratado» se firmó en Cartagena el 10 de septiembre de 1860 por los «plenipotenciarios» Araújo y Alaix. Los estados que se iban rebelando contra el presidente Mariano Ospina Rodríguez se separaban de la antigua Confederación Granadina y se unían al nuevo «país» en una curiosa guerra «externa».
Nieto derrotó en Santa Marta al general Julio Arboleda y el 25 de enero de 1861, en Barranquilla, por desconocer el paradero del general Mosquera, en su calidad de segundo designado se proclamó presidente de la nueva Unión, y cuando Mosquera tuvo «ya lugar fijo [...] me separé del ejercicio del Poder Ejecutivo».
Nieto estaba en Mompós, pero no se dejó ver cuando allí llegaron presos el presidente Mariano Ospina y su comitiva, expulsados de Bogotá por el triunfante Mosquera (septiembre de 1861). Nieto y Mosquera se distanciaron nuevamente y, como resultado de ello, el jefe mosquerista Antonio González Carazo encabezó una revuelta en Bolívar que propició la renuncia de Nieto y la designación de González Carazo como presidente del Estado. Retirado a la vida privada, Nieto murió en Cartagena el 16 de julio de 1866.
Nicolás del Castillo


BOYACA
FELIPE PEREZ

Uno de los presidentes del Estado de Boyacá de gran dimensión cultural en la época del Radicalismo, fue el doctor Felipe Pérez Manosalva, natural de Sotaquirá, quien nació el 8 de septiembre de 1832 en la histórica hacienda de Soconsuca. Fueron sus padres Felipe Pérez y Rosa Manosalva; sus hermanos fueron Santiago y Rafael; el primero fue presidente de los Estados Unidos de Colombia en los años 1874-1876. Estudió en el Colegio Mayor del Rosario. El grado de doctor en derecho le fue otorgado por el Colegio del Espíritu Santo, cuyo director era Lorenzo María Lleras, y su secretario Salvador Camacho Roldan. En el año de 1855 contrajo matrimonio con Susana Lleras Triana; tuvieron dos hijos: Enrique y Alejandro.
Desde muy joven, Felipe Pérez sobresalió en el campo de las letras y en la diplomacia. En 1852 fue nombrado secretario de la Legación de Colombia ante los gobiernos de Ecuador, Peru, Bolivia y Chile; era sujete Manuel Ancízar, quien influyó en sus estudios geográficos. En sus viajes por Suramérica escribió sus primeros libros: Análisis político, social y económico de la República del Ecuador y sus novelas históricas Atahualpa, Huayna Capac, Los Pizarros, Jilma, Tupac Amarú, Gonzalo Pizarra (drama) y Los pecados sociales, novela en la cual relata las costumbres de las gentes de Lima.
Desempeñó importantes cargos en Cundinamarca y Boyacá: fue gobernador de la provincia de Zipaquirá y procurador del Estado de Cundinamarca. En el año 1862 fue elegido diputado a la Asamblea Constituyente del Estado de Boyacá. En ese mismo año publicó su obra Historia de la Revolución de 1860, en la cual describió los aspectos diversos de esta guerra civil que culminó con el triunfo de los radicales. Destacamos la minuciosa narración que hizo sobre la batalla de Semana Santa en Tunja, de abril de 1861. En 1864 fue elegido representante al Congreso Nacional. En 1865 hizo su viaje a Estados Unidos y a Europa. En París hizo editar su obra Geografía física y política de Colombia, que refleja la situación del país a mediados del siglo XIX. Las experiencias de su viaje las plasmó en su obra Episodios de viaje.
En 1868 fue elegido presidente del Estado Soberano de Boyacá, cargo que desempeñó hasta 1871, cuando fue derrocado por una revolución local. Los principales objetivos de su administración fueron: moralización del gobierno y de las rentas, el orden en la economía, la privación y no el recargo de las necesidades, y no a la violencia. Como los presidentes radicales, Felipe Pérez dio especial importancia al cumplimiento de la Ley, la moralidad, la prudencia en el gasto del tesoro y la imparcialidad para controlar las pasiones políticas. Fue pregonero de la moralidad administrativa en el país. En la década de los sesenta también se interesó por los estudios geográficos: publicó la Geografía física y política de Boyacá (es autor del escudo de Boyacá) y también publicó sus obras Prontuario del atlas colombiano, Compendio de geografía elemental aplicada, y Geografía particular de la ciudad de Bogotá.


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Felipe Pérez.
Oleo de autor no identificado.
Palacio de San Carlos, Bogotá.
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La Asamblea de Boyacá lo eligió senador de la República y, como tal, llegó a ser presidente del Congreso. Le correspondió dar posesión al presidente de la República Manuel Murillo Toro. En su administración fue secretario del Tesoro y Crédito Nacional. En 1874 fue designado de nuevo para ejercer el poder ejecutivo en Boyacá. En 1877 desempeñó la Secretaría de Guerra y Marina. En 1879 el Congreso de la República lo eligió primer designado. En 1885 fue nombrado jefe del Estado Mayor del Ejército de la República; anos antes el Congreso Nacional le había conferido el titulo de general.
Por sus ideas políticas perteneció al Olimpo Radical, pero fue partidario de la reforma a la Constitución de Rionegro de 1863. A su grupo de defensores de la reforma se les llamó Felipistas. Por ello no obtuvo el respaldo necesario para llegar a la Presidencia de los Estados Unidos de Colombia. Felipe Pérez fue un gran humanista y fecundo escritor; publicó más de cuarenta obras con temas diversos: política, novela, poesía, historia, drama, periodismo y geografía. Se distinguió como gran orador y periodista. Dirigió El Tiempo, Biblioteca de Señoritas y El Relator, entre otros. Sus últimos días los dedicó a esta actividad. Murió en Bogotá el 28 de febrero de 1891. Su obra fecunda es modelo para los estadistas de Colombia.

Javier Ocampo López


CAUCA
CESAR CONTO

Fue el más importante de los liberales radicales caucanos y quien enfrentó de una manera más directa a los hacendados esclavistas dirigidos por Julio Arboleda y al sector mosquerista del liberalismo. Nació en Quibdó en 1836, y en 1850 fue alumno de David Peña en el Colegio de Santa Librada de Cali, quien le inculcó sus ideas radicales; posteriormente estudió en el Colegio Mayor del Rosario en Bogotá, donde se doctoró en derecho. Allí se relacionó con los sectores más radicales del liberalismo, especialmente con el dirigido por Manuel Murillo Toro, quien lo convirtió en el principal agente del radicalismo en el Cauca, donde participó en la guerra de 1860.



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César Conto.
Colección J.J. Herrera, Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotá.
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Después de la guerra desempeñó una serie de empleos importantes: fiscal del Tribunal de Occidente en Cali (1862), presidente de la Cámara de Diputados del Cauca (1863), secretario de Hacienda del Cauca (1864) y de Gobierno (1865), cuando debió enfrentar una revolución conservadora. Fue representante al Congreso Nacional (1864, 67, 68 y 69), presidente de la Legislatura Estatal (1869) y superintendente del camino de Buenaventura (1870). Llamado nuevamente a Bogotá, desempeñó los cargos de secretario (ministro) del Tesoro Nacional (1871-72) y de miembro de la Corte Suprema de Justicia (1872-75). Durante todos estos años. Conto actuaba como representante del radicalismo liberal que se encontraba en constante enfrentamiento con la facción mosquerista del liberalismo, compuesta por empresarios y políticos de procedencia conservadora, a quienes acusaba de «camanduleros» y de «bochincheros».
Su beligerancia política se hizo notoria a partir de 1863, cuando se vinculó al gobierno del recién creado Estado Soberano del Cauca, como secretario de Gobierno del general Elíseo Payan, quien había sido encargado de la Presidencia mientras Tomás Cipriano de Mosquera desempeñaba la de los Estados Unidos de Colombia. En esta época fundó el periódico La Revolución, en Cali, y El Cauca, de Popayán, desde cuyas columnas defendió lo que consideraba las banderas del triunfante liberalismo cauca-no: la paz política, la «soberanía» del Estado y, desde luego, el sometimiento de las fuerzas conservadoras.
Es necesario recordar que los caucanos habían salido vencedores de una guerra que duró tres años y que había dejado heridas que tardaban en sanar. En el caso de los mosqueristas tradicionales este no era un problema mayor, puesto que estaban acostumbrados a enfrentar las consecuencias de las acciones militares, pero las cosas se complicaban cuando de los radicales se trataba. El jefe del grupo, César Conto, había perdido a uno de sus hermanos en la famosa batalla de El Cabuyal durante la guerra del 60; además, él mismo había sido apresado y conducido como prisionero de guerra en una larga marcha por el paso del Quindío, en la que encabezó un levantamiento que llevó la libertad a la mayoría de los prisioneros. Esta experiencia incrementó su odio por los conservadores, hasta el punto que sólo entendía la solución de los problemas políticos caucanos mediante la eliminación física de los «godos». Su sectarismo lo llevaría a vivir en un permanente enfrentamiento con los liberales mosqueristas y los independientes, quienes veían en él a un simple agente de la oligarquía radical bogotana. Esto lo convertiría en el más importante contradictor de Julián Tru-jillo, el más destacado político caucano de la segunda mitad del siglo XIX. En 1875, la situación política caucana se hizo tremendamente complicada, ya que el conservatismo dirigido por Carlos Albán, aprovechando la división liberal, venía en un proceso de reorganización que amenazaba la permanencia de los liberales en el poder. Esto forzó a una alianza entre los liberales que llevó a que por primera vez los radicales alcanzaran el poder en el Cauca al ser nombrado César Conto como presidente del Estado.
Durante su presidencia se rodeó de jóvenes de mucha importancia intelectual como Jorge Isaacs y Modesto Garcés, con quienes debió enfrentar la ofensiva de los conservadores quienes, en 1876, utilizaron el descontento producido por la reforma educativa que impulsaba el gobierno central y que pretendía imponer una educación laica, para realizar una revolución que tuvo un marcado carácter de cruzada cristiana. La guerra profundizó su enfrentamiento con los sectores mosqueristas liderados por Trujillo, quien se convirtió en el más importante político colombiano del momento al llegar a la presidencia de la República, iniciando el período de transformación política conocido como la Regeneración.
Los abusos de poder de Conto durante la guerra, la manipulación de procesos electorales en contra de los mosqueristas mediante la aplicación de métodos «sapistas», que llevaron a la imposición de su secretario de Gobierno, Modesto Garcés, como presidente del Cauca, lo obligaron a salir del país a fines de 1877. Fue nombrado cónsul general en Londres, cargo que desempeñó durante el gobierno del general Julián Trujillo. En 1880, al iniciarse la administración de Rafael Núñez, pasó renuncia a su empleo, que no fue aceptada. En 1884 fue enviado a París a representar al gobierno colombiano en las reclamaciones que adelantaba la Compañía del Canal de Panamá. En febrero de 1885 asistió al Congreso Postal de Lisboa, donde se discutieron las condiciones de ingreso del país a la Unión Postal Universal. Finalmente, en 1886 fue reemplazado en su cargo por Baltazar Borrero.
A fines del 87 regresó clandestinamente a Colombia, pues el presidente Rafael Núñez se había dedicado a reprimir a los liberales y en especial a los radicales. En Bogotá fundó en febrero de 1888 el periódico El Liberal, desde el que hizo oposición al régimen e intentó reorganizar al liberalismo. El periódico no resistió la persecución oficial, y después de dieciseis números Conto debió cerrarlo y salir del país a un exilio «voluntario» en Guatemala. Allí, desde 1889, trabajó en la Universidad como profesor de derecho civil y de historia universal y empezó a componer una gramática francesa que no alcanzó a terminar, pues una enfermedad contraída en Londres y que se agravaba con el frío lo llevó a la tumba el 29 de junio de 1891.
Fue un hombre extraordinariamente culto, como puede verse en sus muchas publicaciones: Repertorio de la legislación caucana, desde 1857 hasta 1869, Cali, Imp. de Velasco, 1870; Apuntes sobre la lengua inglesa; Curso completo de lengua italiana, según el método de Robertson para el estudio de los que hablan castellano, Bogotá, Imp. de Echavarría Hnos., 1876; Diccionario ortográfico de apellidos y de nombres propios de personas, con apéndice de nombres geográficos de Colombia por César Conto y Emilio Isaza, miembros correspondientes de la Academia Colombiana; y su colección de poesías editada en Londres que, según J.A. Soffia, cónsul chileno en Colombia en 1884, desde antes de recopilarse habían sido conocidas en Lima y Santiago, llevando «la fama de su inspiración».

Alonso Valencia Llano


CUNDINAMARCA

DANIEL ALDANA
Daniel Aldana nació en Manta, Cundinarmaca. Su fecha de nacimiento está en discusión, Roberto Velandia afirma que nació en 1834 y Joaquín Ospina, entre 1831 y 1832. Estudió en Bogotá en el Colegio de San Bartolomé y se graduó en derecho. Ejerció su profesión primero en Honda hacia 1860, donde inició su actividad política en el periódico La Juventud, defendiendo las ideas liberales. Participó en la revolución de ese año, y en el siguiente ya era capitán y formaba parte de la columna de José María Obando. Su gran éxito militar se dio en 1863, cuando logró enfrentar a la guerrilla conservadora de Guasca, que actuaba generalmente alrededor de Chocontá; en octubre, después de perseguirla durante dos años, logró capturar y fusilar en la plaza de Tibirita a su líder Ramón Carranza. Con este hecho la guerrilla conservadora, que desestabilizaba permanentemente a los gobiernos liberales de Cundinamarca, perdió su fuerza y prácticamente desapareció. Sus primeros cargos públicos fueron prefecto de Chocontá, gobernador del Distrito Federal de Bogotá, fiscal de Tribunal y procurador del Estado de Cundinamarca.


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Daniel Aldana. Colección JJ. Herrera,
Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotá.
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En 1866, por elección popular, fue designado presidente del Estado de Cundinamarca, pero el 29 de abril de 1867 fue derrocado por medio de un golpe y tuvo que cesar en el cargo. Sin embargo, el 23 de mayo participó en el golpe de estado contra el general Tomás Cipriano de Mosquera y recuperó la presidencia del Estado Soberano. Durante esta década de los sesenta figura como seguidor de Ramón Gómez, de los llamados «sapistas» en Cundinamarca, identificados más que todo con los fraudes electorales en este Estado Soberano. Lo apodaron desde entonces «el indio Aldana».
En julio de 1870 fue nombrado designado para ejercer el poder ejecutivo del Estado de Cundinamarca, junto con Luis Bernal, Evaristo de La Torre, José María Maldonado y Felipe Silva, por el golpe que se había dado al gobernador Julio Barriga. En el mismo año es elegido diputado del círculo de Chocontá y al siguiente año es elegido presidente de la Asamblea del Estado de Cundinamarca. En el 72 lo eligen senador principal Junto a Carlos Martín y Teodoro Valenzuela. En ese mismo año no logra alcanzar el cargo de gobernador por denuncias de fraude electoral y le exigen la renuncia como senador; asume la gobernación su opositor Julio Barriga. Sin embargo, al año siguiente es elegido nuevamente como senador.
Entre 1876 y 1877 participó en las campañas liberales, principalmente en Manizales, como también en Tolima, Cauca y Antioquia. A finales de 1877 concurrió a la Convención Constituyente del Estado de Antioquia y fue nombrado segundo designado, de diciembre de 1877 a marzo de 1878. El presidente de dicho Estado en ese entonces era Julián Trujillo y primer designado Tomás Renjifo.
El año siguiente representó nuevamente al círculo de Chocontá para la Asamblea del Estado de Cundinamarca. De 1879 a 1881 y del 82 al 85 fue nuevamente presidente del Estado de Cundinamarca. Inició entonces la construcción del ferrocarril de la Sabana y llevó a cabo la carretera de Cambao, periodo en el cual Rafael Núñez lo buscó para que lo acompañara en su movimiento liberal independiente. Así, en la revolución de 1885, combatió en Boyacá a favor de Núñez y en contra de los liberales radicales.
En los años siguientes, cuando el movimiento regenerador fue cerrando su círculo político, fue declarado Daniel Aldana traidor y desterrado en 1887. En ese momento Aldana se perfilaba como impopular y persona poco confiable tanto para los radicales como para los independientes. A pesar de su destierro, en 1895 se presentó al campamento liberal y actuó en la revolución. En la guerra de los Mil Días formó su propia guerrilla, que operaba al oriente de Cundinamarca, su región de origen. Fue capturado en enero de 1900 en La Calera y llevado al panóptico de Bogotá. Posteriormente concurrió en repetidas ocasiones a la Asamblea de Cundinamarca, a la Cámara y al Senado de la República. Perteneció a la Asamblea Nacional que sesionó en el gobierno del general Rafael Reyes, y murió en Bogotá el 25 de septiembre de 1911, enaltecido por haber intervenido tan activamente y por tiempo tan largo en la vida pública.

Beatriz Castro C.

JOSE MARIA PLATA
Liberal, gobernador del Estado de Cundinamarca entre el 10 de mayo y el 18 de julio de 1861, día en que murió en ejercicio de su cargo. José María Plata Soto nació en Cúcuta el 22 de marzo de 1811. En octubre de 1828, como estudiante de leyes del Colegio de San Bartolomé en Santafé, es desterrado a Pamplona, acusado de complicidad en la conjuración contra Simón Bolívar. Allí se convierte en catedrático de filosofía del Colegio Mayor de Pamplona, del que luego fue rector. Hacia 1830, tendría que salir de esa ciudad al ser de nuevo desterrado por orden del presidente y general Rafael Urdaneta. A su regreso en 1832 se casa con su prima Dominga Soto Villamizar.
Luego de desempeñarse como tesorero de la Provincia de Pamplona es elegido a la Cámara de Represéntales en representación de esa provincia. En Bogotá se convierte en banquero, manejando los notables recursos económicos de su suegro; se desempeña así mismo como albacea de los bienes del general Santander. Entre 1841 y 1842 se enreda por una cadena de préstamos en los negocios especulativos del banquero Judas Tadeo Landínez, hasta que también termina en la quiebra. Huye a San Cristóbal de Táchira, mientras que sus acreedores reparten hasta los muebles de su casa. Regresa de nuevo al país y en 1849 logra de nuevo ser elegido a la Cámara de Representantes por la provincia de Pamplona; al año siguiente alcanzó una curul en el Senado por esa misma provincia.


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José María Plata. Colección JJ. Herrera,
Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotá.
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En 1850, como diputado por Bogotá a la Cámara provincial propone, junto con Carlos Martín, la supresión de los diezmos. En noviembre de ese mismo año es nombrado gobernador de la provincia de Bogotá, cargo que desempeña hasta el 21 de febrero de 1851. De allí pasaría a ocupar la vicepresidencia del Senado y la presidencia de la comisión encargada de elaborar una nueva Constitución, que propuso un proyecto federal. En mayo del mismo año, el presidente José Hilario López lo nombra secretario del Interior y en noviembre asume iterinamente la cartera de Relaciones Exteriores. En 1853, José María Obando lo convierte en su secretario de Hacienda. A mediados del año, vuelve a desempeñar por nueve días la gobernación de la provincia de Bogotá. En 1855 regresaría a la secretaría de Hacienda bajo la administración del presidente Manuel María Mallarino.
El 10 de mayo de 1861, el general Tomás Cipriano de Mosquera lo nombra gobernador del Estado de Cundinamarca. Muere a los pocos días, el 18 de julio de 1861, en la acción de San Diego, el día en que el general Mosquera entraba triunfante a Bogotá.

Mario Aguilera Peña


MAGDALENA

JOAQUIN RIASCOS
Entre el amplio número de presidentes que tuvo el Estado Soberano del Magdalena a lo largo de sus veintinueve años de existencia, sobresale por su formación como militar el general Joaquín Riascos García, considerado por sus contemporáneos como un personaje aguerrido y habilidoso, que supo aprovechar estas condiciones para proyectarse a la política en esa región del país. Este hombre que gobernó el Estado en dos ocasiones, en 1867 y 1875, nació en el sitio de La Chorrera, Estado de Panamá, en el año de 1833, y a muy temprana edad fue llevado a la población de Ciénaga por sus padres, Joaquín Riascos y Paulina García Mayorca, quienes tenían allí algunas propiedades agrícolas.
Joaquín Riascos fue criado en un ambiente militar que le permitió templar su carácter, pues su padre era un destacado patriota que participó activamente en el proceso de independencia y en algunos conflictos civiles, entre los que se destaca la guerra de los Supremos, en la cual combatió bajo el mando del general venezolano Francisco Carmona, Jefe de las milicias costeñas que se rebelaron, con pretensiones federalistas, contra el gobierno de José Ignacio de Márquez.
Muy joven, en 1854, Riascos inicia su carrera militar en Ciénaga, al lado de Francisco de Labarcés, Jefe de la rebelión que allí estalló en apoyo del general José María Melo y en contra del gobierno provincial de Eduardo Salazar, a quien se enfrentaron al mando de un ejército compuesto en su mayoría por cienagueros. Lograron tomarse a Santa Marta, teniendo que abandonarla posteriormente ante el ataque de las tropas del general Joaquín Posada Gutiérrez.
En 1860, Riascos jugó un papel importante en la guerra que se desató en la costa contra el presidente conservador Mariano Ospina Rodríguez. En esta ocasión tuvo bajo su cargo a las milicias liberales de Ciénaga, que se enfrentaron a las tropas conservadoras comandadas en el Magdalena por el coronel José María Vieco. Por sus destacadas acciones en esta contienda, Riascos es llamado por el caudillo costeño Juan José Nieto para que hiciera parte de su grupo de oficiales. Nieto ya lo conocía desde tiempo atrás, pues había sido gran amigo de su padre, Junto al cual combatió en la guerra de los Supremos en 1840. Ya enrolado en su ejército. Nieto le da el rango de general y le encarga la difícil tarea de reclutar gente para la milicia en el Estado del Magdalena, lo cual pudo efectuar gracias a su prestigio y a las relaciones que allí tenía con importantes líderes locales como José María Louis Herrera y Francisco de Labarcés. Gracias a su participación en estas contiendas, Riascos se consolidó como figura política en el Estado, especialmente en Ciénaga, donde logró aglutinar a su alrededor a un número considerable de adeptos, que no sólo lo acompañaron en sus campañas militares, sino que también le brindaron el apoyo electoral que le permitió alcanzar algunos cargos de representación.
Ese poder político que llegó a tener Riascos en todo el área de Ciénaga lo lleva a enfrentarse con su antiguo amigo y protector, Francisco de Labarcés, a quien no le agradaba el hecho de dejar de ostentar la supremacía política que desde hacia muchos años tenía su familia en la localidad. En 1867 Riascos se encarga de la presidencia del Estado, en su calidad de designado, tras la renuncia del liberal radical Tomás Abello. Desde este cargo denuncia las intenciones del gobierno nacional del general Tomás Cipriano de Mosquera de propiciar una revolución interna en el Magdalena que le permitiera controlar este Estado a través de uno de sus seguidores, el general José Mana Louis Herrera. Riascos inicia una persecución contra los partidarios de Mosquera, de quien desconoce su autoridad como presidente el 12 de mayo de ese mismo año, al autoproclamarse Presidente Provisional de Colombia, mientras asumía el cargo el general Santos Acosta en su calidad de primer designado.
Riascos tenía sobradas razones para oponerse a Mosquera, pues éste había sido enemigo político de su padre durante la guerra de los Supremos y que concluyó en 1844 con el fusilamiento de varios líderes del alzamiento en Ciénaga, entre quienes se encontraba su padre.
Luego de los sucesos de 1867 Riascos se fortalece políticamente en el Magdalena, al punto que dos años después se convierte en el jefe de la unión liberal que se estableció en Santa Marta. En ese año propicia el acercamiento de los principales líderes José María Campo Serrano, José Ignacio Díaz Granados y Luis Capella Toledo, quienes reconocían a Riascos como un líder capaz de mantenerlos unidos y de llevar al liberalismo a consolidarse como el sector político que ejerciera el dominio sobre la administración del Estado. Los años siguientes fueron los más brillantes en la carrera de Riascos. En 1871 es elegido senador plenipotenciario por el liberalismo magdalenense, dos años después es designado gobernador del Departamento de Santa Marta y en 1875 ocupa el cargo de alcalde de Ciénaga. Es precisamente en 1875 cuando encabeza la delegación del Magdalena que conjuntamente con los delegados de Panamá y Bolívar se reúnen en Barranquilla para proclamar, a nombre de los Estados costeños, la candidatura de Rafael Núñez, circunstancia que desató un fuerte enfrentamiento en el Magdalena y llevó a la disolución de la unión liberal, pues el presidente del Estado, José Ignacio Díaz Granados, así como otros líderes, eran partidarios de la candidatura del radical Aquileo Parra. Riascos se arma, y junto con Campo Serrano y su antiguo contradictor José María Louis Herrera presiona a Díaz Granados a renunciar, luego de lo cual asume la presidencia del Estado. Esto desagradó a los partidarios de Parra, entre quienes se hallaban sus antiguos compañeros de armas Felipe Parías y Francisco de Labarcés, quienes se revelan en su contra en las poblaciones de Valledupar y Ciénaga.


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Joaquín Riascos. Oleo de autor no identificado, 1912.
Museo Nacional, Bogotá.
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Riascos encabezó personalmente la tropa que intentó sofocar el alzamiento en estas ciudades, por lo cual se dirigió a la población de San Juan, donde fue emboscado por los partidarios del general Felipe Parías, quienes después de un largo combate, en el que Riascos luchó hasta el final, logran darle muerte en la madrugada del 8 de agosto de 1875, terminando así tempranamente con la vida de quien fuera uno de los líderes que mayor posibilidad de proyección tenía no sólo en el Magdalena, sino en la costa Caribe.

Luis Alfonso Alarcón Meneses

LUIS A. ROBLES
Luis Antonio Robles es sin duda el personaje más significativo del radicalismo costeño. Nació en la población liberal de Camarones, en el hoy departamento de la Guajira, en 1849. Su corta existencia de sólo cuarenta años estuvo marcada por una carrera ascendente en la acción pública, en la que estuvo siempre presente la defensa de su partido liberal y la de su raza negra. Por eso se le conoció popularmente como el Negro Robles. Después de haber cursado las primeras letras en su natal Camarones y la secundaria en Cartagena, se tituló como abogado en el Colegio Mayor del Rosario, de Bogotá, en 1872. A partir de este momento se inicia para Robles una rápida figuración en la vida pública que lo llevó a convertirse en el primer hombre negro en llegar al parlamento, y en ministro a los 27 años.
A los pocos días de haberse titulado como abogado, fue designado por el presidente Manuel Murillo Toro como director de Instrucción Pública del entonces Estado Soberano del Magdalena. En 1873 ocupó la Secretaría General de dicho Estado. Diputado a la Asamblea del Magdalena en 1874. Representante a la Cámara por el Magdalena en 1876. Secretario del Tesoro (ministro de Hacienda) en el gobierno de Aquileo Parra en 1876. Presidente del Estado Soberano del Magdalena en 1878. Comisario de la Guajira en 1884. Representante a la Cámara por Antioquia en 1892 y miembro en varias oportunidades del directorio de su partido al lado de Rafael Uribe Uribe y Aquileo Parra, entre otros. Al igual que la mayoría de los políticos del siglo pasado. Robles combinó la acción civil con la militar, enfrentando en varias oportunidades los ataques contra el radicalismo del Magdalena. En 1875 tomó las armas para combatir el movimiento dirigido por Joaquín Riascos, que pretendía acabar con el gobierno constitucional de José Ignacio Díaz granados y la candidatura presidencial de Aquileo Parra.
Para las elecciones presidenciales de 1788 salió elegido el general Julián Trujillo, activo militante del partido independiente de Rafael Núñez. Con Trujillo en el poder se inicia un proceso de desestabilización de los gobiernos radicales en las localidades. En el Magdalena, la tarea de tumbar al gobierno radical fue dirigida por José María Campo Serrano, quien ayudado por la Guardia Nacional y por sectores proclives a Núñez, derrocó el gobierno de Robles, el 25 de junio de 1789.


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Luis A. Robles. Fotografía de Henri y Ernesto Duperly Colección J.J.
Herrera, Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotá.
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En las dos oportunidades en que se desempeño como representante a la Cámara, Robles se distinguió como uno de los mejores en el arte de la oratoria, a tal punto que en su primera intervención en esta corporación José María Samper al escucharlo exclamó: «El partido radical encontró en el doctor Robles su orador». En esta memorable sesión Robles, después de haber superado los gritos e insultos de las barras conservadoras por su color político y el de su piel, dijo: «¡No callaré! tengo derecho a hablar como representante del pueblo. Sí, pertenezco a esa raza negra, redimida por la República y mi deber es servirle a la que volvió pedazos su yugo». En otra de las sesiones, al entrar al Congreso, un parlamentario conservador le gritó: «¡Se oscureció el Congreso!», a lo cual Robles contestó: «Yo no tengo la culpa de ser negro; la noche tenebrosa y fría imprimió su manto sobre mi rostro, pero aún blanquean los huesos de mis antepasados en las murallas de Cartagena por darle la libertad a muchos blancos de conciencia negra como usted».
Por ser el único representante liberal en la Cámara en 1892, a Robles le tocó la difícil tarea de encarnar la supervivencia política de su partido, enfrentándose él solo a Núñez, a Caro y a sus seguidores. De este período merecen destacarse los debates que adelantó con una abrumadora mayoría conservadora en su contra, como el que hizo para derogar la famosa ley de los caballos, encaminada a reprimir los delitos de orden público, y el artículo K de la Constitución del 86, que permitió el silenciamiento de los órganos de información contrarios a la Regeneración. Además, fue Robles el artífice de las denuncias sobre las emisiones fraudulentas del Banco Nacional creado por Núñez.
La actividad de Robles también fue significativa en el plano educativo. Como todo radical, además de abrazar la masonería, estuvo convencido de que la grandeza de un pueblo no se consigue sino con la educación; por eso desde los puestos que ocupó en el Estado del Magdalena propició la creación de escuelas. Fue fundador, profesor y rector de la Universidad Republicana, centro educativo que posteriormente daría paso a la Universidad Libre de Uribe Uribe. Cerrada la Republicana por ser considerada por el gobierno conservador como foco de perturbación, Robles viajó a Centro América, donde se encargó de la dirección de la Universidad de Nicaragua en 1895.
Vuelve al país en 1896 y de inmediato es nombrado miembro de la dirección nacional de su partido y enviado al exterior en compañía de Foción Soto y Rafael Uribe Uribe en misión reservada para conseguir armas para una posible confrontación bélica con el gobierno conservador que le había cerrado todos los espacios políticos a los radicales. Decepcionado por la división de su partido y abrumado por la muerte de su madre, pensó volver a su tierra natal, cuando lo sorprendió la muerte en Bogotá el 22 de septiembre de 1899. Ante su tumba lo despidieron con emocionadas palabras veinticinco oradores, entre ellos Enrique Olaya Herrera, Rafael Uribe Uribe, Simón Araujo y su paisano Tomás Abello.

Dolcey Romero Jaramillo


PANAMA
JUSTO AROSEMENA
La familia Arosemena era una de las que más descollaban en el siglo XVIII en el Istmo. Provenientes de Bilbao (España) dedicaban buena parte de su tiempo al comercio. De esta familia se destacó Mariano Arosemena como uno de los próceres del 28 de noviembre de 1821, cuando fue alcanzada la independencia definitiva de la Corona Española. Dedicado a las faenas mercantiles y las luchas partidistas, Mariano contrajo matrimonio con Dolores Quesada, de cuya unión nacieron tres hijos: Mariano, Blas y Justo. Este último nació el 9 de agosto de 1817 y a la edad de quince años se trasladó a Bogotá para estudiar en el Colegio de San Bartolomé. En 1833 obtuvo el título de bachiller en humanidades y filosofía. Cuatro años después, la Universidad del Magdalena e Istmo le confirió el de doctor en derecho y jurisprudencia.
La vida pública de Justo Arosemena se inició en 1839, tan pronto como regresó a Panamá y asumió la cátedra de derecho en el mismo Colegio de Panamá donde había realizado parte de sus estudios secundarios. En el año 1852 fue electo diputado por el departamento del Istmo a la Cámara de Representantes de la Nueva Granada. En esta instancia legislativa presentó el proyecto de creación del Estado Federal de Panamá. Desde 1850 el descubrimiento y explotación de las minas de oro de California habían convertido al Istmo en lugar de intenso tránsito, originando sobre la pequeña zona del ferrocarril una fuente de riqueza y actividad económica inusitadas para los panameños. Sin embargo, para las autoridades locales y para el gobierno central la situación resultaba conflictiva por las arbitrariedades y los abusos cometidos por algunos pasajeros, que no podían ser reprimidos por las escasas fuerzas de policía allí existentes.


________________________________________Justo Arosemena
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En vista de tan precaria situación, la prensa y las diputaciones parlamentarias de la Costa Atlántica adelantaron activa campaña con el fin de crear en Panamá una entidad oficial suficientemente vigorosa como para hacer respetar la soberanía granadina en aquellas apartadas regiones. El proyecto presentado por Justo Arosemena se mantuvo en suspenso hasta 1854, año en que fue sometido a nueva discusión en las cámaras legislativas. Pero el golpe del general José María Meló ocurrido el 17 de abril de 1854, paralizó de nuevo el curso del proyecto. Restablecido el orden constitucional, el 27 de febrero de 1855 fue aprobada la creación del Estado Federal de Panamá. El 15 de julio del mismo año se reunió allí la Convención Istmeña que tenia como finalidad elaborar su Constitución política y escoger su primer presidente, elección que recayó en forma unánime en Justo Arosemena.
Toda esa experiencia fue recogida por Justo Arosemena en su obra El Estado Federal de Panamá, publicada en Bogotá en 1855. El texto constituye la obra maestra del nacionalismo panameño decimonónico y en ella aparecen evocados argumentos esgrimidos por otros cerebros del nacionalismo istmeño. No obstante, les supera en virtud de su rigor jurídico y de la amplitud de sus conocimientos históricos. Cristalizados sus propósitos, Panamá fue el primer estado federal de Colombia hasta 1886, cuando el presidente Rafael Núñez lo elimina y lo transforma en departamento. Durante estos treinta años, el istmo vivió las experiencia del gobierno autónomo y un inesperado acrisolamiento del nacionalismo.
Después de constituido el Estado de Panamá, Justo Arosemena fue su diputado en la Convención Constituyente de 1863. Los otros diputados por el Istmo fueron Buenaventura Correoso, Rafael Núñez, Gabriel Neira, Guillermo Lynch, José Encarnación Brandao y Guillermo Figueroa. Arosemena presidió la Convención en los dos últimos períodos de los cuatro que en total hubo. Durante las sesiones fue un férreo opositor a la fracción draconiana-mosquerista, y ante el proyecto de Constitución absolutista presentado por éstos, redactó otro que también fue rechazado por la comisión de asuntos constitucionales por considerarlo calcado de la Constitución Suiza. La afinidad mostrada con la fracción gólgota durante el desarrollo de la convención respondía a sus intereses económicos, políticos y filosóficos.
Aspiró por segunda vez a la presidencia del Estado Soberano de Panamá durante la segunda administración del presidente Núñez, pero la enemistad política que siempre mantuvo con éste y el control ejercido por el independientismo liberal sobre la Convención Constituyente panameña terminó eligiendo al candidato «cuasi-oficial», general Ramón Santodomingo Vila. Este hecho marcó su retiro de la política para dedicarse a su labor de jurisconsulto, hasta su muerte el 23 de febrero de 1896 en la ciudad de Colón.

Jorge Conde Calderón

SANTANDER
SOLON WILCHES
En la población de El Cerrito, en la provincia de García Rovira, en Santander, nace el 7 de abril de 1835 el primogénito de los esposos Andrés Wilches y Martina Calderón, a quien pusieron los nombres de José Pacífico Solón, en verdad un extraño nombre para quien más tarde iría a ser uno de los generales más connotados de la república y casi su presidente, forjado en las más arduas batallas y alentado por su espléndida personalidad que le hizo escalar posiciones desde recaudor, juez y alcalde, hasta las definitivas responsabilidades que ostentó como un verdadero militar y estadista.
Desde el pueblo de La Concepción, distante unos cuantos kilómetros del lugar de su nacimiento y en donde creció y se formó como hombre, empezó a enrumbar el destino que lo llevaría a ganarse el acatamiento de las gentes de su provincia, que no dudaron un instante para elegirlo diputado a la Asamblea Constituyente, cuando se creó el Estado Soberano de Santander en 1857, formado por las antiguas provincias de Socorro, Pamplona, García Rovira, Soto (Barrancabermeja), Santander (Cúcuta), Ocaña y Vélez.
Allí empieza a tomar papel destacado en la aprobación de las leyes del Estado y es nombrado posteriormente por el presidente Villamizar Gallardo como jefe departamental en García Rovira, paralelamente con su elección para la Cámara de Representantes. Posteriormente en 1870, cuando el general Eustaquio Salazar, quien ejercía la presidencia del Estado Soberano de Santander, fue elegido para la de la República y producida la vacante, la Asamblea escogió a Wilches para llenarla, en donde estaría en tres oportunidades.
Como mandatario demostró Wilches sus extraordinarios dotes; no sólo consolidó un gran prestigio regional que le merecía el acatamiento mayoritario de sus gentes, sino que supo proyectar su imagen al plano nacional.
Como mandatario Wilches consideraba que su principal preocupación estaba en dotar de vías al Estado, como instrumento para asegurar su prosperidad, y desde El Socorro, sede del gobierno, empezó a trabajar sobre la apertura de los caminos para la comunicación con el río Magdalena, arteria fluvial por donde se movía todo el comercio nacional, y en este propósito fue su aliado el alemán Geo von Lengerke, concesionario de los trabajos respectivos. También pensó en el ferrocarril para unir al mismo río con el centro del Estado que era Bucaramanga y a éste con García Rovira y Boyacá por las márgenes del río Chicamocha. Proyectó también el ferrocarril de Cúcuta y el camino de García Rovira hacia el Casanare.
Como buen radical, su preocupación también era la educación y trajo educadores de Bélgica, España y Francia, en donde se encontraban los más importantes desarrollos pedagógicos de la época, que se unieron a lo que se denominó la Misión pedagógica alemana.


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Solón Wilches.
Colección J.J. Herrera Biblioteca Luis Angel Arango
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Wilches fue también militar de altos quilates y como general llegó a ser nombrado por Murillo Toro comandante de la Guardia Colombiana, ratificado posteriormente por Santiago Pérez. Después fue senador y más tarde fue escogido como candidato a la Presidencia de la República, para enfrentarlo a Francisco Javier Zaldúa; Wilches contó con la oposición de Núñez y del estamento conservador que encabezó Carlos Martínez Silva y fue derrotado en las elecciones. Tal es la silueta y el protagonismo de uno de los hombres más importantes de la historia de Santander en el siglo XIX.

Eduardo Duran Gómez

TOLIMA

GABRIEL GONZALEZ GAITAN
Presidente del Estado Soberano del Tolima de 1883 a 1885, nació en Villavieja, actual departamento del Huila, a pocos kilómetros al norte de Neiva, en la hacienda El Cardón, el 8 de julio de 1819, en el hogar de Manuel María González Montalvo y Silveria Gaitán Cardozo.
Adelantó estudios de medicina en el Colegio Mayor del Rosario, de Bogotá, donde se graduó a los 20 años de edad. Ejerció su profesión durante el resto de su vida en Neiva, Yaguará y los campos aledaños, alternándola con una activísima intervención política en compañía del general José Hilario López, caudillo indiscutido de la región, José María Rojas Garrido, Francisco Eustaquio Alvarez, Napoleón Borrero y demás líderes del liberalismo tolimense.
Inicia su actividad política en enero de 1851 cuando figura como secretario del administrador provincial de Correos y Hacienda, Valentín Trujillo, quien después será su colega en el gabinete de Marcelo Barrios. En 1853, González Gaitán es gobernador de la Provincia de Neiva durante los meses de octubre a diciembre y representante al Congreso. En esa calidad firma la Constitución nacional centro-federal de ese año.
A fines de 1859 suscribe en Neiva con el general López, Rojas Garrido y otros personajes liberales una protesta contra las leyes de elecciones aprobadas por el Congreso y sancionadas por el presidente Mariano Ospina Rodríguez, en la cual declaran que si el Congreso no las deroga, los firmantes se abstendrán de intervenir en los comicios populares para la selección del futuro presidente de la República. Se colocaban así a favor de la insurrección radical federalista que, ante la implantación de esa y otras leyes impugnadas por los liberales, declararon los generales Tomás Cipriano de Mosquera en el Cauca y Juan José Nieto en la Costa y otros líderes radicales en diversas regiones colombianas.


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Gabriel González Gaitán. Acuarela de José Gabriel Tatis.
Album «Ensayos de dibujo», 1853. Museo Nacional, Bogotá.
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Terminada esa guerra exitosamente para las fuerzas liberales radicales, González es nombrado, en 1863, secretario general del presidente del Estado Soberano del Tolima. Dos años después actúa primero como «práctico» o «vaquiano» de las fuerzas del general José Hilario López en la reducción de grupos conservadores que en 1865 se rebelaron contra el régimen federal liberal, comandados por el coronel Manuel Casabianca, y luego como jefe militar del Departamento de Neiva, de tal manera que el general López señaló que su «actividad excede a toda ponderación».
Después de activa participación parlamentaria en el Senado de los años 1864 y 1865 como vocero de su Estado, en 1879 es nombrado secretario de Gobierno del presidente Ignacio Manrique Calderón y enfrenta la invasión al Estado que desde Cundinamarca dirige el general Didacio R. Delgado y que termina con el Tratado de Natagaima, de diciembre de ese año.
Colabora con los gobiernos radicales del general Frutos Santos y Marcelo Barrios (de quien también será secretario de Gobierno) y al término del período constitucional de éste, lanza su candidatura a la presidencia del Estado, en oposición a las de Pastor Herrera (un pintoresco candidato conservador, antecesor del Dr. Goyeneche), Ascisclo Molano y Clímaco Iriarte (nuñistas), y asume el poder tolimense el 15 de diciembre de 1883, para abandonarlo prácticamente el 2 de marzo de 1885, a la derrota de sus fuerzas en los combates de Cogotes, cerca a Neiva, y Cachaya, cerca a Gigante, a manos del ejército conservador dirigido por el general Manuel Casabianca al servicio del gobierno de Rafael Núñez. Este había intentado en vano un acuerdo con los radicales para reformar la Constitución y aun compartir con ellos el gobierno, llegó hasta ofrecer el Ministerio de Gobierno a González Gaitán, el 21 de agosto de 1884, ante la renuncia del ministro Eustorgio Salgar. El nombramiento se hizo efectivo por medio de decreto que publicó el Diario Oficial del 22 de agosto.
El nombramiento de González en tan destacada posición causó amplio revuelo político, pues era considerado uno de los líderes radicales más serios de todo el país y su aceptación habría significado una importante rectificación en la política de su partido. Las presiones de sus copartidarios, sin embargo, no se hicieron esperar y el presidente del Tolima, por «motivos independientes de su voluntad», no aceptó el cargo.
En el momento en que Núñez, enfrentado al levantamiento militar radical en Santander y Boyacá, entrega las armas oficiales al conservatismo y enfrenta con éstas la rebelión de los radicales, González Gaitán no vacila en apoyarlos y declara la guerra al gobierno central.
Después de su derrota en Cogotes y Cachaya y su consiguiente destitución como presidente del Tolima, separado de la actividad política, González se entrega a las nuevas autoridades, figura como pasajero del vapor Cometa que viaja de Purificación al puerto de Arrancaplumas en Honda, el 4 de mayo de 1886, y luego se retira con su esposa Felisa Borrero y su familia a la vereda La Ulloa, en San Mateo (hoy Rivera), aunque vive por largas temporadas en Neiva, en una casa situada en el parque principal, colindante con la iglesia colonial de la ciudad, donde hoy se encuentra el Hotel Plaza. El médico Gabriel González Gaitán murió el 13 de mayo de 1893, a los casi 74 años de edad, en La Ulloa, después de una vida bien fecunda, familiar, política y económicamente.

Delimiro Moreno